La devolución de la administración de Emcali al Municipio se dará sin que se hayan resuelto dos aspectos fundamentales para viabilizar la empresa: el primero, la escisión del componente de telecomunicaciones de la compañía, que debe separarse del resto para venderlo o buscarle un aliado estratégico que le inyecte recursos y tecnología, y, el segundo, la renegociación del plazo para que la entidad pague la deuda por un billón de pesos que tiene con la Nación, el cual se requiere sea ampliado a diez años, pues si se realiza en cinco años, como está acordado, impedirá la capacidad de inversión en modernización de los servicios públicos de la capital del Valle del Cauca y su área de influencia.

El Municipio no debe recibir Emcali sin que estos dos puntos estén definidos, pues corre el riesgo de que la empresa se muera en sus manos. Que la administración de la compañía regrese a manos del Municipio no quiere decir que esté salvada.

La escisión del componente de Telecomunicaciones es un pendiente que lleva trece años, desde antes de la intervención, pero la incapacidad del Concejo del momento y las presiones del sindicato impidieron que la decisión se tomara a tiempo. La Superintendencia de Servicios Públicos debió mantener como requisito para la devolución de la empresa que este componente fuera separado, pero parece que desistió de este propósito ante la falta de entendimiento entre la Alcaldía y el Cabildo para sacar adelante este proyecto de acuerdo, que se ha anunciado en varias ocasiones, pero que nunca ha llegado ni siquiera a fase de estudio.

Paradójicamente, el mismo superintendente de servicios públicos, César González, dijo ayer que si el componente de Telecomunicaciones no se separa, estará condenado a una muerte lenta.

Dos factores claves para la recuperación definitiva de la empresa no pueden quedar en el aire, pues sin ellos la devolución de Emcali se asemeja a la dada de alta de un paciente cuando ya no hay nada que hacer para salvarlo y lo envían a morir a su casa.

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