Además de lo que representa para los católicos y los creyentes de otras religiones cristianas, la Semana Santa es tiempo de descanso y esparcimiento, por ser el puente festivo más largo del año, lo que representa una gran oportunidad para quienes viven del turismo.

Históricamente, durante esta semana aumenta la ocupación hotelera, la venta de tiquetes de avión y de transporte terrestre intermunicipal, y los parques temáticos, balnearios y, desde luego, sitios de peregrinación, están al tope. La bonanza es también para restaurantes, así como para todo tipo de ventas informales.

Sin duda, nuestra economía, agobiada por la inflación, necesita la bocanada de oxígeno que representa la Semana Santa, pero las actuales condiciones de orden público y el invierno amenazan con frustrar el “milagro” de estos días.

Aquí el gobierno del presidente Gustavo Petro, que promueve las bondades económicas del turismo tiene un gran reto.

Además de los derrumbes, producto de las intensas lluvias, en los últimos meses los bloqueos de vías por protestas se han multiplicado a lo largo y ancho del país, lo que sumado a los problemas del orden público, amerita un despliegue especial de las autoridades para garantizar la libre movilidad y la seguridad de los viajeros.

Con el encarecimiento de los tiquetes aéreos, así como de los alojamientos, por cuenta de las decisiones tributarias impulsadas por el gobierno nacional, y el alza mensual en el precio de los combustibles, que afectan considerablemente el turismo, es necesario que la Policía y las Fuerzas Militares, así como el Ministerio de Transporte y la Agencia Nacional de Infraestructura, desplieguen su máxima operatividad para evitar más entorpecimientos para un sector que es clave para la economía de millones de colombianos.

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