El nombramiento de Daniel Rojas como ministro de Educación por el presidente Gustavo Petro generó una polémica justificada.

Desde el anuncio de su designación, trascendieron una serie de trinos en su cuenta de X (antes Twitter) que revelan una falta de modales alarmante al referirse a periodistas, medios de comunicación y políticos.

Más de 30 comentarios insultantes y agresivos escritos por Rojas en redes sociales, muchos de ellos misóginos, muestran una actitud grotesca hacia quienes piensan diferente a su línea ideológica.

En un país como Colombia, donde la violencia y la polarización son constantes, el respeto por quien piensa diferente debe ser un pilar fundamental en la educación.

Este valor fomenta la convivencia pacífica, el entendimiento mutuo y la tolerancia en una sociedad diversa. Enseñar a valorar y considerar las perspectivas ajenas promueve el diálogo constructivo y reduce la discriminación y el conflicto, preparando a los individuos para ser ciudadanos responsables y empáticos en un mundo interconectado y plural.

Por ello, es imperativo que el ministro de Educación, más que cualquier otro funcionario, demuestre un comportamiento ejemplar.

¿Qué mensaje se envía cuando el presidente Petro valida a alguien que agrede verbalmente a quienes profesan ideas políticas diferentes? Esta actitud no solo es inaceptable, sino que socava los valores fundamentales que deben prevalecer en el sistema educativo.

A esto se suma la falta de trayectoria de Rojas en el ámbito educativo. La elección de un ministro sin experiencia en la materia sugiere que, una vez más, el presidente Petro prioriza el activismo y el fanatismo político sobre el conocimiento técnico y la idoneidad para el cargo.

Por su falta de respeto, su misoginia y su agresividad, el nuevo ministro de Educación es, sin duda, un maleducado y no debería ocupar la posición en la que fue nombrado.

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