En momentos de tensión, como el que se vive actualmente por la amenaza del coronavirus, la mezcla de pánico e ignorancia puede llevar a muchas personas a asumir conductas irracionales que sólo contribuirán a hacer más compleja la situación.

Esta reflexión viene a colación a propósito de las manifestaciones de rechazo contra personal de la salud que se han dado en varias ciudades colombianas, entre ellas Cali.

Uno de los casos más indignantes ocurrió dentro del Masivo Integrado de Occidente, MIO, cuando varias enfermeras fueron obligadas por pasajeros y personal del sistema a bajarse de un bus en una de las estaciones del centro de la ciudad.

Igual de indignante resulta el caso de un médico que fue expulsado de una unidad residencial, también en Cali. En Bogotá, en Medellín, en Barranquilla, en Ibagué y varias ciudades del país se han presentado casos similares.

Qué paradoja que quienes merecen todo el reconocimiento por la dedicación y el sacrificio con el que están afrontando la emergencia sanitaria, sean vistos equivocadamente como una amenaza por algunas personas paranoicas.

Los médicos y las enfermeras, y en general todo el personal de la salud y quienes trabajan en clínicas y hospitales en labores administrativas, de aseo, transporte y demás, merecen todo el reconocimiento y el respeto por el invaluable trabajo que están realizando en la lucha contra la pandemia del coronavirus.

Las autoridades deben sancionar de manera ejemplar a quienes han agredido o discriminado a médicos y enfermeras, así como a quienes han estigmatizado y hasta amenazado a personas que han dado positivo en la prueba de Covid-19.

La sociedad debe rechazar este tipo de conductas y rodear al personal de la salud.

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