En entrevista con el Diario Occidente, el gobernador del Cauca, Temístocles Ortega, hizo un llamado al Gobierno Nacional para que las regiones sean tenidas en cuenta en el proceso de paz, especialmente aquellas que, como su departamento, han tenido una mayor afectación por el conflicto.

La petición de Ortega es válida, pues más complejo que lograr la firma de un acuerdo con la guerrilla, será llevar la paz del papel a la realidad, y es en zonas como el Cauca en las que se pondrá a prueba lo que pacten Gobierno y guerrilla.

En estos territorios azotados por los grupos armados ilegales no bastará con la suscripción de un documento para que llegue la paz, será a partir de ese momento que se podrá empezar a construir. Para ello será necesario, primero, que se cumpla con la desmovilización y entrega de armas de la totalidad de los guerrilleros, y, segundo, que se adopten medidas para evitar que los mandos medios y los subversivos rasos que operan en zonas rurales apartadas se conviertan en bandas criminales.

Allí hay un gran reto en materia de reinserción, por un lado, y de resarcimiento, por el otro. Los guerrilleros, que no conocen otro medio de subsistencia diferente al delito, deben tener alternativas claras después de dejar las armas, y el Estado, que históricamente ha tenido abandonadas las zonas golpeadas por la violencia guerrillera, debe hacer presencia y recuperar, a partir de inversión social, educación, proyectos productivos y obras de infraestructura los territorios tomados por los ilegales.

De allí que sea tan importante que los negociadores del Gobierno Nacional y los cabecillas guerrilleros escuchen a quienes han padecido el conflicto en las regiones, pues tienen reclamos, propuestas y necesidades que pueden ayudar a construir una paz que vaya más allá de la firma de un papel, una paz de verdad.

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