La única forma de que se les deje de llamar terroristas a las Farc es que dejen de hacer terrorismo.

La propuesta del presidente de la República, Juan Manuel Santos, quien pidió a los colombianos desescalar el lenguaje y dejar de llamar “bandidos, narcotraficantes o terroristas” a los miembros de las Farc, no tiene razón de ser.

Si bien el desescalamiento del lenguaje debe darse dentro de la construcción de un ambiente de paz, es imposible que se dé antes del desescalamiento del conflicto, pues debe ser consecuencia de éste.
Parece que para el Presidente el problema es lo que dicen los colombianos de las Farc y no lo que las Farc les hacen a los colombianos.

¿Por qué a alguien que vuela oleoductos y deja sin agua potable a 150 mil personas no se le puede decir terrorista? ¿Por qué a alguien que se financia con los cultivos ilícitos y la venta de droga no se le puede calificar como narcotraficante? ¿Acaso se falta a la verdad?

La forma en la que el presidente Santos planteó este tema refuerza la idea de que para este Gobierno los enemigos de la paz no son los terroristas sino quienes se atreven a cuestionarlos. Es un cambio en la escala de valores.

Contrario a la teoría presidencial, el problema de violencia no lo generan los calificativos, sino las acciones violentas que la guerrilla comete.

Si tanto le incomoda a los cabecillas de las Farc que los llamen asesinos, terroristas, bandidos y narcotraficantes, deben dejar de actuar como tales, solo así se les podrá calificar con otros términos, pero mientras hagan la guerra no se les podrá ver como hombres de paz.

Callar frente a atrocidades como las cometidas por las Farc en los últimos dos meses sería el equivalente a aceptarlas.

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