En los últimos 5 años, entre enero de 2017 y noviembre de 2021, han muerto en Cali 668 usuarios de moto, entre motociclistas y parrilleros, en siniestros viales. Esta cifra motivó a la Secretaría de Movilidad local a lanzar una campaña encaminada a lograr un mejor uso del casco protector para reducir la mortalidad.

A decir verdad, la bien intencionada campaña se queda corta, pues no apunta a corregir el gran problema de fondo que genera la accidentalidad y la mortalidad en las vías de la capital del Valle del Cauca: la falta de cultura ciudadana.

A los motociclistas hay que pedirles que usen la cabeza para algo más que ponerse el casco, pues si bien este elemento brinda una protección que reduce las probabilidades de mortalidad, de poco sirve si no se cambia el comportamiento en la vía.

Allí está el gran reto, en que hay motociclistas que utilizan la cabeza sólo para ponerse el casco y no para conducir. Hay que aclarar que aquí el problema no es el tipo de vehículo ni la gran cantidad de éstos que hay en la ciudad, sino la forma en que son utilizados. Por esto, el propósito debe ser que la accidentalidad baje considerablemente, y eso se logra con cultura vial, con motociclistas que no hagan zigzag, que no invadan los andenes ni los carriles del MIO ni las ciclorrutas, que guarden la distancia, que acaten los semáforos y las señales de pare, que no excedan la velocidad y que, además de ello, utilicen el casco reglamentario.

En una ciudad que no cuenta con un sistema de transporte público eficiente, las motocicletas cumplen un papel muy importante, pero sino se trabaja en cultura vial, esa explosión automotor puede aumentar el caos en las calles y, lamentablemente, los siniestros.

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