Ojalá la inasistencia del presidente Gustavo Petro a la ceremonia de reconocimiento de las tropas de las Fuerzas Militares no sea el anuncio de un estilo de gobierno en el que no se respetan los compromisos institucionales y donde el tiempo de los demás no importa, sólo el del gobernante.

Esta preocupación surge no sólo por la importancia del evento, sino también porque dos semanas atrás, cuando aún no se había posesionado, el mandatario dejó plantados a más de 300 alcaldes que lo esperaban en el Hotel Tequendama, en Bogotá.

Aunque en ambos casos se argumentaron problemas de agenda, quedó la sensación de desplantes, pues no hubo ni explicaciones ni mucho menos se ofrecieron disculpas.

Si a esto se suma que Petro ha llegado hasta con dos horas de retraso a eventos como el congreso de la Andi, en Cartagena, o su primer consejo de ministros en la Casa de Nariño, hay razones para preocuparse.

Si bien puede ser un problema de impuntualidad crónico, algo grave en un presidente, hechos como la cancelación a última hora de la ceremonia de reconocimiento de las tropas da lugar a todo tipo de especulaciones que en nada contribuyen al país.

Por ello, es fundamental que el mandatario comprenda que entre las responsabilidades que tiene su cargo, está la de liderar a partir del ejemplo y, en ese sentido, es indispensable que, como primera autoridad, dé siempre muestras de respeto por los demás, así sean sus subordinados constitucionales.

Es contradictorio que se abra al público la Plaza Núñez, de la Casa de Nariño, pero que no se atienda a alcaldes que han viajado cientos de kilómetros con la esperanza de ser escuchados por el presidente de la República.

El cambio prometido debe incluir un estilo de liderazgo en el que el respeto por los demás sea regla general.

Foto: Presidencia de la República

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