Si bien la destrucción de semáforos y cámaras de fotomultas durante las protestas del paro nacional acentuaron los problemas en las vías de Cali, hay un problema de fondo que hace que el caos que se vive en las calles sea difícil de solucionar: la falta de cultura ciudadana.

A lo anterior se agrega el creciente desconocimiento de la autoridad competente, también profundizado por el paro. Antes de las revueltas ya eran frecuentes las agresiones contra los guardas de tránsito que no daban abasto para evitar y sancionar todo tipo de infracciones, pero, después de lo ocurrido entre abril y junio, la labor de los funcionarios de la movilidad se volvió aún más compleja, al punto que en algunas intersecciones en las que los semáforos fueron destruidos tres meses después no se les permite que ejerzan la necesaria labor de regulación.

La invasión de andenes por parte de motociclistas, la ocupación de los carriles exclusivos del sistema integrado de transporte por parte de todo tipo de vehículos y los nudos en los cruces sin semáforos se volvieron escenas permanentes en la ciudad que demandan una solución integral que va más allá del control. Si bien es cierto que se requiere con urgencia el restablecimiento de los semáforos que los vándalos destruyeron, el caos vial de Cali no se superará mientras cada uno de los actores de este escenario no comprenda y asuma sus responsabilidades.

Claro que se necesita más control en las vías y sanciones para los infractores, pero si no hay una convicción ciudadana de respeto por las normas de tránsito como principio elemental, la convivencia en nuestras calles seguirá siendo caótica. El reto, entonces, es educar a los caleños para que, sean peatones, ciclistas, motociclistas o conductores, se comporten civilizadamente en la vía.

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