Cali, marzo 26 de 2025. Actualizado: martes, marzo 25, 2025 23:08
Lamentablemente, en Colombia los gobiernos suelen presentar reformas políticas pensadas más en la conveniencia del gobernante de turno y sus aliados que en el fortalecimiento del sistema democrático.
Muestra de ello es el proyecto de acto legislativo que avanza en el Congreso de la República, lleno de artículos cuyo beneficio para el país está en duda, pero cuya conveniencia para los intereses de quienes están en el poder es evidente.
Sólo así se entiende que un gobierno promotor de las libertades pretenda establecer el voto obligatorio, punto de la reforma política que afortunadamente se hundió en el segundo debate, pues va en contravía del principio de libertad que debe acompañar las decisiones electorales de los ciudadanos; votar o no hacerlo debe ser el resultado de una reflexión individual consciente, no una imposición.
En ese sentido, el trabajo del Estado debe concentrarse en promover la participación política de manera pedagógica, y eso se logra, sobre todo, con buenas gestiones de los poderes públicos, que motiven a la gente a vincularse en los asuntos políticos.
Buscar el aumento de la participación electoral a través de la implementación del voto obligatorio es una manera de desconocer que la elevada abstención de Colombia, que promedia la mitad de la población habilitada electoralmente, es, en gran medida, responsabilidad de la clase política, que a partir de las malas prácticas, especialmente de la corrupción, ha construido una idea de pesimismo en torno al ejercicio del voto, al punto que millones de colombianos no van a las urnas porque están convencidos de que todo seguirá por el mismo camino, gane quien gane.
Y, lamentablemente, una reforma política como la actual, enfocada en crear beneficios para la clase política, como permitir que los congresistas sean ministros, y que limita la democracia, al eliminar el voto preferente e imponer las listas cerradas, sólo servirá para consolidar en el poder a los mismos con las mismas y aumentar la desilusión de la gente.
Foto: Senado de la República
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