Carmiña Navia Velasco

Un poeta, la película de la que todos hablan

Carmiña Navia Velasco

Se proyecta por estos día en Colombia, Un poeta, la película dirigida por Simón Mesa Soto, ganadora de premios y distinciones en Cannes. Es claro que se trata de un filme con variados aciertos.

Narra con detalle el hundimiento de un ser en su fracaso rotundo ante la vida y llega al espectador conmoviéndolo con la impotencia y sobre todo el agobio y la tristeza de esta vida carente de alicientes y de sentido.

Señalo algunos de sus logros estructurales y cinematográficos: La cinta recoge extraordinariamente el núcleo y los avatares de alguna cultura popular de las que habitan nuestros barrios; muestra con certeza el fracaso de su protagonista convertido en la obsesión de ser un poeta aunque no escriba; nos lleva hacia los grupos que pretenden ignorar su marginalidad disfrazándola de rebeldía poética, mientras se hunden en alcohol.

La aparición repetida de la fotografía de José Asunción Silva atravesada por la mirada enamorada del protagonista y la aparición ocasional de la fotografía de Bukowski reproducen en profundidad el paisaje que se nos quiere mostrar.

Tengo que decir de todas maneras, a riesgo de disentir de la mayoría que esta película no me gustó. ¿Qué puedo hacer? No estoy conforme con el retrato de la poesía, de los poetas y del mundo poético que ella trabaja.

Cómo se trata de una obra bien hecha y muy lograda, entrega a los espectadores un lazo muy profundo, anudado y cuasi-indisoluble entre la vocación o el deseo poético y el fracaso y frustración más estruendosos.

La figura del protagonista que recorre las calles de la ciudad llorando en el carro de su mamá o las figuras de los que se reúnen para marginalmente compartir sus versos… son unas figuras deleznables que no me atraen bajo ningún aspecto.

La poesía en la película ofrece dos salidas “ideales” como caminos a los que aparentemente hay que acercarse: José Asunción Silva, el suicidio; Charles Bukowski, el alcoholismo y la “maldición” sin logros y sin gloria.

Es claro que el quehacer y la vida poética conllevan una forma específica de marginalidad social; se escribe poesía porque no se está conforme con el mundo tal cual se nos entrega… pero en esa marginalidad hay polos de atracción muy fuertes que iluminan los rasgos de horizontes abiertos:

…convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo…

Cuentan que Ulises, harto de prodigios, lloró de amor al divisar su Itaca verde y humilde. El arte es esa Itaca de verde eternidad, no de prodigios…

dice Borges.

La película no nos ofrece ninguna posible Itaca. Ese poemita que al final logra escribir Oscar Restrepo no alcanza a ser promesa redentora.

Y si Borges nos parece muy “acomodado”, podemos acercarnos a los poetas “malditos” a través de Verlaine y sus poderosas palabras en su propia Arte Poética:

Detrás de los velos, las miradas bellas.
En el mediodía, una luz que oscila.
Un cielo de otoño templado perfila
un confuso azul de claras estrellas…

La música siempre, y en tono menor.
Que tu verso sea fugaz y suave,
sutil y ligero, como vuelo de ave
que busca otros cielos y otro nuevo amor.

Que tu verso sea la buena ventura
esparcida al aire de la madrugada.

No, definitivamente no me gusta la figura de ese seudo-poeta cuyo sino no alcanza la maldición, sólo alcanza la mediocridad y el fracaso.

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