Sin lugar a dudas en los países democráticos uno de los días más tensos que pueden atravesar en materia política son las jornadas correspondientes al ejercicio electoral, ya que en ellas están en juego diferentes visiones e ideologías de desarrollo, pero principalmente porque en estas se pone, como en un juego de póker, todas las cartas sobre la mesa en una apuesta donde están en vilo muchos intereses particulares y colectivos.
Colombia no es la excepción, ya que estas tensiones son aún más fuertes en esos territorios donde las democracias aún no han sido consolidadas a través de sus instituciones.
Muchos estudiosos de la política, estarían de acuerdo conmigo en que la democracia en Colombia no se ha podido afianzar, y que la misma, aún presenta muchos desafíos para su consolidación real, tanto así que en cada contienda electoral y durante los ejercicios de gobierno, la participación y veeduría ciudadana, respectivamente, se llevan a cabo en medio de ambientes de zozobra, exclusión y en muchos casos amenazas.
La elección del próximo domingo 29 de mayo tiene un lugar particular separado en la historia, al poderse considerar probablemente como el ejercicio de votación más convulsionado en lo que llevamos del siglo XXI, situación que surge a raíz de la polarización política que ha permeado todas las esferas sociales del país, el recrudecimiento de la violencia, los desafíos traídos por una pandemia inédita y por supuesto los graves cuestionamientos a la Registraduría Nacional del Estado Civil en cabeza de Alexander Vega, el actor principal para el ejercicio de escrutinio, actividad que debe considerarse como “sagrada e intocable para cualquier democracia”.
Es tal la situación, que llama la atención que incluso el sector político afín al gobierno nacional actual, quien eligió a Alexander Vega en este cargo, estén haciendo llamados a desconocer su ejercicio, cuestionando su accionar y previamente poniendo un manto de duda frente al papel de la Registraduría en las elecciones del próximo domingo.
Por supuesto, esta misma situación se presenta en la orilla política contraria y que son afines, principalmente a la campaña de Gustavo Petro.
En pocas palabras, además que genuinamente el registrador Vega no genera confianza ni en los sectores políticos en contienda, ni en la ciudadanía electora en general, deliberadamente y con una clara intención política enmarcada en la ferviente y dañina polarización del país, parece existir la decisión de desconocer los resultados si estos no son favorables para uno u otro sector.
Una decisión intrínseca, no formal, pero sin lugar a dudas, absolutamente perjudicial y dañina para nuestro país.
Por otro lado, la contienda electoral se ha enmarcado en un ejercicio basado en el miedo, en el improperio y en el ataque personal, dejando a un lado las propuestas y la exposición de visiones contundentes que permitan encarrilar el país, el cual hay que decirlo, enfrenta desafíos sociales, políticos, económicos, de seguridad e internacionales, más grandes que hace cuatro años cuando inició el gobierno del presidente actual.
Si algo extraordinario no ocurre, en Colombia estaremos a partir de la próxima semana en un proceso político enmarcado en una segunda vuelta presidencial, sin embargo, ante la impredecibilidad del ambiente actual, el país debe estar preparado, incluso, para que esta posibilidad se desvanezca el próximo domingo.
Es necesario que ante cualquier escenario se tenga mesura y los políticos radicales de las mal llamadas “izquierda y de derecha” criollas, sean conscientes que los discursos incendiarios le hacen mucho daño a nuestro país, a la convivencia de sus habitantes, a las dinámicas económicas y por supuesto a la imagen de Colombia a nivel internacional.
Por primera vez deben actuar en aras de un bien común, Colombia, y dejar de actuar irracionalmente y de manera irresponsable con esta nación, por eso, en estas líneas y de cara a la elección presidencial del domingo 29 de mayo, se hace un llamado a la cordura.
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