Sobre un barril de pólvora

Si algo requiere nuestro país con suma urgencia es lograr la paz. Ello significa tranquilidad (seguridad), inversión, empleo, infraestructura, salud, educación. Claro que para eso se requiere no solamente que las fuerzas irregulares dejen las armas, la extorsión, el boleteo, el secuestro, sino también el compromiso gubernamental para cambiar el modelo ese donde la brecha entre ricos y pobres no continúe creciendo, que la corrupción no siga galopando sobre los lomos de una nación harta con semejante flagelo y que la clase política sea consecuente con los intereses colectivos y no con los personales. De lo contrario, el interés del presidente Santos por querer encontrar una solución a un problema con más de cincuenta años, no tiene futuro. Dialogar con las guerrillas, especialmente con las Farc, no es fácil. Todos sabemos por qué pero, si han abierto las puertas para dialogar, es por algo. No importa que en este asunto estén involucrados Fidel y Raúl Castro, unidos a Hugo Chávez, conscientes, posiblemente, de que después de tantos años de lucha, sus amigos no lograrán el poder en Colombia, situación que les ha servido para convencer a las guerrillas de acogerse a los preceptos establecidos en nuestra Constitución.

La verdad es que esos 24 billones de pesos que Colombia invierte en la guerra, en caso de acuerdos entre las partes, sí que servirían, vaya que sí, para muchas cosas, específicamente para las más sensibles, aquellas que tanto afectan a los más necesitados de nuestra patria. Eso sí, debe haber demasiada claridad en esos diálogos y el Presidente no puede ni debe entregar la Nación a situaciones nebulosas, pensando en su reelección o en el premio Nobel. Ante todo, deben primar las esperanzas de sus conciudadanos, cansados de tanta violencia y, convencer a los gringos para que expongan su pensamiento sobre la inserción de las guerrillas en el negocio del narcotráfico. Ese puede ser un palo en la rueda. Quiera Dios no, por el bien de todos.

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