Gustavo Álvarez Gardeazábal

Crónica de Gardeazabal

Rezandero, moralista y Policía

Gustavo Alvarez Gardeazábal

Aunque Facebook diga otra cosa ,yo celebro orgullosamente mi cumpleaños el 31 de octubre de cada año. Es decir, soy del día de las brujas y a veces, cuando desde aquí intuyo muchas cosas de las que van a pasar en este país , me califican jocosamente de brujito .

También se que la magia, la brujería y en general la invocación de fuerzas y seres sobrenaturales ha sido estigmatizada desde que el ser humano existe.

Civilizaciones, religiones y sobre todo intolerantes han reaccionado en forma puntual contra toda celebración donde se goce o se honre o se parodie a las brujitas.

Muchas mujeres han muerto a lo largo de la historia de este mundo por ser estigmatizadas como brujas. Pero resulta que la fiesta inocua de las brujitas de los niños de cada 31 de octubre, como es de puro gozo y de satisfacción plena, le han resultado ahora enemigos poderosísimos en Colombia, lo que no deja de ser mucho más peligroso que una invocación mamagallista al lado oscuro del universo.

Al frente de esa persecución está nadie más ni nadie menos que el Director Nacional de la Policía.

Así lo ha dicho. Así le he leído y así debe haber instruido ya a los 200 mil hombres uniformados bajo su mando. No es una tomadura de pelo, es un enfrentamiento craso del jefe de Policía de Petro contra todos los niños de Colombia.

Y no hay nadie que lo saque de su terquedad o que lo haga valorar todo lo que significa su batalla feroz contra el Halloween.

Por supuesto, el señor general tiene todo derecho a poseer sus creencias. Quienes han trabajado con él saben que es la versión moderna de un rezandero. Las oficinas donde ha trabajado, siempre tienen imágenes del santoral.

De la misma manera los hombres bajo su mando ya recibieron un radiograma de su parte indicando que en la Policía no se tolerará que sus agentes tengan sucursales matrimoniales.

En otras palabras, que el general Director de la Policía es implacablemente anticuado pero no mide las consecuencias de ejercer tanto poder con unas creencias tan arraigadas, que pueden chocar con elementales derechos humanos y constitucionales sobre la vida privada de los niños, los amantes de cualquier sexo y los policías de Colombia.

Grave, muy grave que eso pase y que el gobierno Petro ni se entere.

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