Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Que abran las librerías y las peluquerías

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Triste que como medidas de contención hayan cerrado las librerías y las peluquerías. Las trataron como si los libros fueran objetos superfluos que al faltar en nada impactaran al ser humano. Como si cortarse el cabello, más que algo estético, no tuviese su ámbito emocional determinante para la buena salud.

Paradójicas si tenemos en cuenta que los adultos son los más drásticamente afectados con el confinamiento, generación que nació y creció en una cultura libresca. Ellos suplen sus soledades dialogando imaginariamente con los autores. Estar melenudo afecta las relaciones interpersonales, hoy más cuando en las video-llamadas, en las teleconferencias y en las reuniones en Zoom estamos expuestos al escarnio público por el riesgo de que algún anónimo infidente delate imágenes de nuestra mala presentación en las redes.

Los verdaderos amigos de los autores piensan que leer sus libros en las redes es como profanar sus producciones intelectuales. Además, sus retinas no resisten los pdf en agotadoras pantallas, tampoco pueden expresarles su afecto al ser imposible acariciar sus cubiertas, sus lomos, sus solapas y el sentir en sus yemas los bordes de sus hojas a medida que avanzan en la lectura.

Si los supermercados abren sus puertas como despensa de insumos para la alimentación, ¿por qué minimizar la función de las librerías que son fuentes para la vitalidad espiritual de los seres humanos? Justificable que cierren los restaurantes para evitar hacinamientos. Igual con las bibliotecas. Correcto que funcionen los supermercados con bioseguridad y distancia inteligente de los clientes. Que abran las librerías. No sólo somos masa corporal, también sustancia espiritual.

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