La economía y la cadena productiva de un país dependen en gran medida de los camioneros y transportadores. En un momento de tantas cargas emocionales en que se encuentra el país, es muy fácil buscar culpables, emitir juicios y encontrar responsables.

En este contexto, la situación se ha vuelto aún más complicada, algunos apoyaron el paro y otros temerosos de repetir el episodio catastrófico que todos recordamos: el paro de 2021.

El paro de los transportadores es el resultado de varias mesas de negociación realizadas a lo largo de 2023 y 2024, en las cuales los principales líderes del sector —incluyendo transporte de carga, independientes, transporte intermunicipal y maquinaria— solicitaron al gobierno que no aumentara el precio del ACPM, dada la carga económica que esto implicaría para los colombianos.

Sin embargo, el Gobierno Nacional no escuchó, y el 31 de agosto, el Ministerio de Transporte anunció un aumento en el precio.

Ante esta decisión, los transportadores decidieron manifestarse en las calles. Ahí estuvimos, escuchamos sus peticiones y comprendimos lo perjudicial que podría ser un precio de $1.904 por galón de ACPM.

Después de cuatro días de paro y bloqueos, se llegó a un acuerdo en la mesa de negociación: un primer incremento de 400 pesos que se aplicará de inmediato y otro aumento de 400 pesos a partir del 1 de diciembre.

Aunque algunos sectores ya critican el levantamiento del paro, es importante considerar las posibles consecuencias devastadoras de un paro prolongado. No solo podría ocasionar pérdidas inmensurables, sino también agravar la pobreza de manera difícil de remediar.

La metodología de negociación de Harvard se basa en separar a las personas del problema, centrarse en los intereses y no en las posiciones, generar opciones para el beneficio mutuo, insistir en criterios objetivos y buscar la mejor alternativa a un acuerdo negociado (BATNA).

El sector de transporte debía marcar una posición clara, y el gobierno finalmente accedió a un aumento gradual del precio. Aunque algunas posturas puedan no ser del agrado de todos y estemos conscientes de las incapacidades del gobierno y las oscuras intenciones de Gustavo Petro, prolongar el paro termina de sucumbir a esos sectores productivos que se encuentran en estado de supervivencia.

Quisiera compartir mi perspectiva personal: cada momento de tormenta trae consigo una enseñanza. En esta columna, quiero reconocer la labor de los transportadores.

A pesar de que algunos puedan haber votado por Petro y ahora se sientan arrepentidos, han salido del anonimato para convertirse en valientes patriotas dispuestos a no dejar que este país se pierda.

Son personas que se levantan temprano, manejan sus vehículos a lo largo de las carreteras del país, enfrentando el sol, la lluvia, la incertidumbre y los peligros de las carreteras, con paisajes inhóspitos.

Un camionero no sólo cubre sus propias necesidades, sino que también apoya a los restaurantes de carretera, estaciones de gasolina, montallantas y vendedores ambulantes que dependen de su actividad para sobrevivir.

Muchos camioneros pasan la noche en la cabina de su camión, esperando que se reciban los productos en los centros de acopio.

Sin los transportadores, el producto final no llegaría a los consumidores ni los alimentos a las mesas de los hogares. Son la base de todo, el motor que dinamiza la economía.

En este momento crucial, ellos sacrificaron cuatro días de trabajo, se disculparon con los colombianos por los bloqueos y, como resultado, han despertado a un país que enfrenta un presidente inepto, incapaz y corrupto, cuyo propósito parece ser destruir Colombia y apoderarse de nuestras riquezas.

Los transportadores serán aliados clave para recuperar la confianza y la estabilidad del país.

Los acogemos con gratitud y respeto, ustedes son la fuerza que mueve a Colombia.

“Valoramos a las personas y las cosas cuando no las tenemos.”

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