Moraleja

Soy un \”aprendiz de papá\” y cada año que pasa aprendo con mis dos hijas sobre tan noble oficio y valoro aún más el que tuvieron mis padres. Tengo muy claro que nadie se baña dos veces en el mismo río pero he podido comprobar que existen circunstancias que se repiten de generación en generación; una de ellas es la presión que ejercen los amiguitos para \”encajar\” en un grupo. Recuerdo que con mis compañeros de colegio solíamos ejercer ambos papeles: los de víctima y victimario. Fue algo de gran valía ya que las duplicidad de roles nos ha permitido -y creo que así es para todos- forjar la auténtica visión de nuestra encantadora Humanidad. Pero esta sádicomasoquista conclusión no es fácil de asimilar cuando son las propias crías -de ocho y diez años- las que experimentan la lección. Por esta razón hace un par de noches me armé con la más poderosa arma que inventó el hombre, y antes de ir a acostarlas, busqué un libro de mitología grecolatina. ¿Cuál historia sería útil para que mi par de chiquillas comprendiera el costo que tiene una mala influencia? Decidí entonces contarles la leyenda de Faetón, el hijo del Sol. Les expliqué que Faetón, presionado por sus amiguitos para que les demostrara que era el hijo del Sol, le recuerda a su papá la promesa que le había hecho cuando niño y que consistió en que le cumpliría un deseo. Por esto Faetón le pidió a su papá que le dejara conducir el ardiente y majestuoso carro solar. El dios del Sol -a regañadientes- cumplió su promesa pero desafortunadamente Faetón, por ser un muchacho sin experiencia, condujo mal el carruaje del sol y lastimó a la Madre Tierra \”Y Zeus lo fulminó\”. \”Niñas, ¿comprenden la moraleja?\” \”Claro papi\” contestaron en coro. Sonriendo apagué la luz para salir del cuarto cuando ambas me la revelaron: \”La moraleja es que los papás deben cumplir con sus promesas\”.