No se si han notado que todos los años cientos de hechos que pasan alrededor del mundo son comparados con escenas que ya ocurrieron en la serie de dibujos animados Los Simpson, muchas sí parecen ser predicciones descabelladas (como ocurrió en un episodio emitido en el año 2000 cuando Lisa es nombrada presidente de Estados Unidos precediendo a Donald Trump, año en el que él aún no había incursionado en la política), otras por el contrario son adaptaciones de lo ya visto (cómo ocurre con la ropa usada por Lisa en el mismo episodio y que es muy similar a la usada por Kamala Harris en su nombramiento como vicepresidenta de Joe Biden).
Entonces me pregunto, ¿será que los creadores de los Simpson realmente tienen una bola de cristal que predice el futuro? O ¿la realidad siempre supera la ficción? Aún cuando sorprenden imágenes de los dibujos muy parecidas a lo que ocurre en la vida real, yo voto por la segunda pregunta: la realidad siempre supera la ficción.
La mejor prueba de ello son los casos que llegan a la oficina de un abogado penalista. A nuestras puertas llegan historias de amor entrelazadas (infieles cuyos miedos de revelar sus conversaciones de celular están más encaminados a ocultar estos mensajes que cualquier otro contenido), historias de padres que en realidad nunca compartieron vínculos de sangre, errores de confianza entre jefes y subalternos, y muchas otras experiencias que parecen sacadas de una novela.
La relación entre abogado y cliente se fundamenta en los principios generales de confianza e integridad, un abogado puede llegar a conocer de su cliente muchos más detalles que las personas que lo rodean.
Los abogados somos como los curas en un confesionario, debemos conocer las historias completas, todos los detalles que el cliente oculta, y solo revelar lo que incumbe al caso, pero al conocerlas el abogado podrá prepararse si en algún momento los ataques llegan por causa de situaciones ajenas al caso.
Sentarse a hablar con un letrado puede ser una conversación llena de anécdotas anónimas, tanto de humor, como increíbles, pero que todas ellas fortalecen la idea de que la realidad siempre supera la ficción.
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