Hugo E. Gamboa Cabrera

Las uvas están verdes

Hugo E. Gamboa Cabrera

Antonio Gramsci era filósofo, teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano. Fue uno de los creadores del comunismo en Italia. Padeció miseria en su niñez junto a sus padres y hermanos.

Un día se cayó y se fracturó la columna lo que no le ayudó a tener un crecimiento normal en su estatura.

Con todo y eso, logró salir adelante, pese las vicisitudes que se le atravesaron en su cotidianidad.

Sus libros los cargaba Fidel Castro en sus viajes a aquellos países gobernados por amigos afines a su ideología, para regalarlos con la recomendación de leerlos y aplicar sus tesis.

Es uno de esos ideólogos—Gramsci—que regularmente utilizan en colegios y universidades públicas para ideologizar a quienes han pretendido o pretenden demostrar que el socialismo comparado con el libre mercado, es la salvación de las sociedades en el mundo, situación que no ha sido demostrada plenamente.

Por el contrario, uno ve a los Estados socialistas, comunistas o de izquierda en el mundo, como se quieran denominar, en posiciones lamentables de inestabilidad social y económica, con sus fronteras cerradas al mundo exterior, donde cunde el desespero y la desesperanza total.

Pienso, como muchos y con respeto lo afirmo, que Gramsci al igual que Marx, era un personaje resentido, de aquellos que estaban convencidos que la riqueza no tenía razón de existir y que las sociedades debían ser iguales por lo bajo. Tremenda equivocación.

Lo que se ve y se sabe es que mientras la sociedad en un mundo socialista vive en condiciones y ejemplos existen muchos, de miseria, de encierro total, sin derechos de ninguna índole, la élite, es decir, quienes gobiernan en ese mundo, viven con todas las vanidades y los lujos que por el mundo rondan, con excepción de la China cuando quién reemplazó a Mao Tse Tung, tuvo la ocurrencia de invitar a su país al entonces presidente norteamericano Richard Nixon, para dialogar sobre posibilidades de realizar tratados comerciales, lo que benefició enormemente a los chinos, hasta el punto de ser un país comunista, sin libertades pero capitalista poderoso.

Por tanto, pretender acabar con la libertad de mercados en países hispanoparlantes, es el peor de los mundos donde la belleza interior y exterior serían reemplazados por los colores grises y blanquecinos donde la infelicidad sería la máxima expresión de lo peor.

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