A partir del 1° de septiembre iniciamos una nueva fase en esta coyuntura generada por el COVID-19, la “fase de aislamiento selectivo y distanciamiento individual responsable” en la cual se permitirá casi en su totalidad, la vida laboral y productiva, con algunas restricciones, sobre todo en los relacionado con aglomeraciones.
Esta nueva fase no significa que hayamos ganado la lucha contra el coronavirus, indica que ya se ha logrado el objetivo inicial (a muy alto costo), que era retrasar la velocidad de contagio y postergar el pico para aprovechar ese tiempo para prepararnos. Pero, sobre todo, este cambio responde a que se desgastó el aislamiento estricto como estrategia efectiva y que era mayor el costo económico social, que los efectos reales en la contención del virus.
Lo importante, es que en esta primera fase necesaria, que delegamos casi totalmente la responsabilidad al Estado y que incluso afectó nuestras libertades individuales, haya sido utilizada de la mejor manera para generar aprendizajes en la sociedad, que nos permita afrontar esta nueva fase en la que se nos devuelve la responsabilidad como ciudadanos.
Esto me recuerda a un cuento que escuché de niño que hablaba de un viejo sabio, que vivía en las montañas cerca de un pequeño pueblo. Un día un grupo de muchachos traviesos para desacreditar al sabio, planearon coger un pájaro muy pequeño, ponerlo en sus manos y preguntarle al sabio si estaba vivo o muerto. El plan era que, si decía que estaba vivo, cerrarían la mano fuerte hasta matarlo y le mostrarían que estaba equivocado, pero si él decía que estaba muerto, abrirían la mano para que el pájaro volara en su cara y demostrar que no se las sabía todas.
Así lo hicieron, fueron donde el viejo y le dijeron: tengo un pájaro en mis manos, tú que eres tan sabio, respóndenos ¿está vivo o muerto?. El viejo miró a los ojos de cada uno de los muchachos, y con voz serena pero llena de autoridad, dijo: “¡Depende de ti! La vida o la muerte de esta ave está en tus manos”.
Ahora todo está en nuestras manos, nadie va a poder controlar qué acciones tomamos. El autocuidado y el distanciamiento social no va a depender de unas normas y unos protocolos de bioseguridad que debe mantenerse por supuesto, pero que, sin pedagogía y cultura ciudadana, no van a lograr que afecten las decisiones de las personas. Estas van a depender de nuestra capacidad de entender que lo que hacemos de manera individual, puede afectar a otros, y a todos como sociedad.
Si no me cuido no va a servir de nada el costo económico que asumimos todos en esta cuarentena y que afectó la calidad de vida de las personas, no tendrá sentido el sacrificio de muchos funcionarios del sector salud; y lo peor de todo, pondremos en riesgo a nuestras familias y seres queridos. Y esto al final, podría significar que tengamos que volver a una cuarentena todavía más estricta, cuyos efectos serian catastróficos.
Ahora debemos hacer uso de todo lo que aprendimos en estos seis meses, ya no podemos echarle la culpa al estado, el Gobierno Nacional junto con los gobiernos locales ha hecho esfuerzos para reforzar las capacidades de nuestro sistema de salud, están aprendiendo como restructurar los programas sociales para ayudar a los más vulnerables y como mantener el tejido empresarial con estrategias no tradicionales. No podemos culpar a las empresas, que han intentado dentro sus posibilidades mantener el empleo, han asumido sobrecostos, están cumpliendo los protocolos de bioseguridad y están aprendiendo a responder a las nuevas realidades del mercado. Ni tampoco podemos echarle la culpa a los médicos, que están haciendo su esfuerzo cada día sin descanso y ya han aprendido mucho de cómo tratar a los pacientes con Covid. Todos hemos aportado o aprendido algo, y debemos preguntarnos, ¿cómo he contribuido yo en esta crisis? y ¿que he aprendido en todo este tiempo?.
Esos aprendizajes se han dado en muchos aspectos de nuestras vidas, se generó un momento de pausa que nos permitió tomar conciencia y ver cosas que antes no veíamos pero que estaban ahí y hacer cosas que antes no habíamos contemplado. Nos vimos obligados a restructurar nuestras prioridades y vislumbrar nuevas oportunidades. Esto ya lo estaban haciendo muchas personas sin necesidad de ninguna crisis, y explica tal vez, por qué algunos han aprovechado de mejor manera esta crisis, de acuerdo con sus capacidades y conocimientos previos.
Hablo de “aprovechar la crisis” sin desconocer lo malo, las lamentables muertes y los problemas económicos y de salud de muchas personas. Lo hago pensando en el futuro y en los retos que tenemos como país ahora que empezamos esta fase de mayor libertad. Bien decía Albert Einstein que “Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera así mismo sin quedar `superado´”.
El uso que hacemos del aprendizaje y oportunidades que tenemos, está en nuestras manos. Lo que viene de aquí en adelante depende únicamente de nosotros.
Las palabras solidaridad, empatía y colaboración, deben ser las que guíen nuestras acciones individuales
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