Nuestro país es, definitivamente, suigéneris. Aquí sucede de todo, y todo nos parece normal. Somos un país de utopías y de autistas. Por eso suceden cosas como éstas: Se presentó un proyecto de reforma tributaria, debidamente adornado con esa parafernalia criolla que nos caracteriza pero, con la firme intención de \”tirarse\”, una vez más, a la clase media nacional, que es la que al final de cuentas, viene llevando del \”bulto\” en los últimos años. Por ningún lado se ve, por ejemplo, acabar con ese impuesto perverso del cuatro por mil. Igualmente, se le ocurrió al actual gobierno, suprimir los tres últimos ceros de nuestros desgastados billetes, como para distraernos de los diálogos de paz que se llevan a cabo en Cuba y no en Oslo, porque apareció una alerta roja contra los negociadores de las farc, por narcotráfico y secuestro. Eso de los tres ceros tiene sus bemoles. Si alguien gana dos millones de pesos, pasaría a devengar dos mil, lo que según la psicología, afectaría la emocionalidad de mucha gente que siendo pobre o medio pobre, se considera rico. Si otros tienen deudas hipotecarias de cincuenta millones, solo deberían cincuenta mil pesos, en cuyo caso la felicidad sería enorme. Muchos nos preguntamos: Si en Colombia no hay hiperinflación, como sucedió en Argentina, Brasil y Perú, qué necesidad hay de borrarle tres ceros a nuestros billeticos. Y terminamos, en medio de tantos hechos similares, con la actitud de Roy Barreras, quien ha pretendido desvincular, por razones de salud, al vicepresidente, aprovechándose de una glándula del presidente Santos. Muchos piensan que Roy, a falta de Angelino y por la cirugía de Juan Manuel, él sería, como presidente del Congreso, el elegido. Cosas de esta Colombia.
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