Hugo E. Gamboa Cabrera

La corrupción deprime y oprime

Hugo E. Gamboa Cabrera

Cuando el dictador Pérez Jiménez fue derribado de la presidencia de Venezuela, salieron a relucir los líderes y partidos tradicionales de ese país comprometiéndose a devolverle democracia y desarrollo.

Al principio, como tanteando la situación, esa nación funcionó, pero, aparecieron políticos corruptos, iguales al depuesto general, y las cosas empezaron a funcionar mal.

Gracias al inmenso mar de petróleo que posee ese país hermano, se podía disimular en algo el mal proceder de políticos ansiosos de enriquecerse con las arcas del Estado.

Paulatinamente, con el paso del tiempo, Venezuela empezó a mostrar grietas y malos olores en su funcionamiento social y político, hasta que llegó Hugo Chávez, un chafarote con ínfulas de libertador, detenido y luego amnistiado, y se apoderó del país con un discurso populista prometiendo devolver la grandeza del mismo y acabar con pobreza e injusticias.

Ciertamente, acabó con los partidos y con los corruptos, pero creó una élite distinta, de izquierdistas ansiosos de poder y riqueza, y lo lograron a costa del bienestar de su pueblo, pues los ricos cuando visualizaron el futuro oscuro que se les venía encima, optaron por irse con sus fortunas para Miami unos y para Europa otros.

Pues eso mismo vivimos en Colombia, después de tumbar al general Rojas Pinilla.

Los partidos de siempre han perdido credibilidad, pero sus dirigentes más avezados, aprovechando tanta incultura, crearon otras colectividades para no perder el poder y robarse lo que más puedan, sin importarles que el país no sale de la desigualdad que padece, corriendo el riesgo que otro Chávez, más peligroso, se quede con todo.

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