A propósito de la conmemoración del grito de independencia de nuestra nación el pasado 20 de julio, fecha sobre la cual hay infinidad de interpretaciones y discusiones aún después de 210 años, es importante revisar la historia, ahora que estamos atravesando una crisis sanitaria y económica, sin igual.
Desde nuestra independencia el país ha tenido diferentes dicotomías, se han vivido una serie de enfrentamientos entre bolivarianos y santanderistas; artesanos y librecambistas; federalistas y centralistas; terratenientes, esclavos y aparceros; conservadores y liberales; pacifistas y militaristas, etc. Al margen de las razones de unos y de otros, esta ensarta de conflictos civiles y hasta “triviales” encierran nuestra idiosincrasia aún hasta nuestros días, y esas diferencias reflejan también nuestra cultura y diversidad, que creo, es lo que nos hace únicos, libres y, sobre todo, independientes.
Sin embargo, ese constante conflicto en que vivimos permite a veces que se creen falsas dicotomías, como lo es “la salud vs la economía”, encasillando de malos o buenos a los que están en una orilla, dependiendo de donde se mire. También avivan una inconformidad histórica entre el gobierno central y las regiones, que hoy hace que se genere diferencias entre el interés de las regiones, y el interés del gobierno nacional en cuanto a visiones para mitigar el impacto.
Los mandatarios locales son los que tienen que poner la cara a la ciudadanía y son los que ven día a día las cifras de contagio e impacto en sus sistemas hospitalarios; son los que ven como se afectan las empresas y como esto se refleja en el empleo, las finanzas públicas y en el aumento de las demandas sociales, lo cual dificulta aún más las perspectivas de una reactivación económica. Son ellos también, los que les tocará asumir el costo el próximo año, dependiendo de las decisiones que se tomen este año, y por eso preocupa el poco margen de acción que están teniendo para adelantar la reapertura económica.
Específicamente en el Valle del Cauca, se ha venido trabajando de manera coordinada entre el sector privado, la academia y sector público en diferentes espacios, para mitigar el impacto de esta crisis, pensando primero en la salud de todos y en la seguridad alimentaria de los más vulnerables. Sin embargo, pensando en el bienestar de las personas y dado que las ayudas y los recursos no son suficientes, es claro que la forma menos costosa de mitigar el impacto económico es permitiendo la reapertura de los diferentes sectores.
Se entiende que este es un tema nacional, por eso debe de haber una coordinación, al inicio era necesario el control estricto de parte del gobierno nacional con el aislamiento obligatorio, pero con el tiempo se empiezan a reflejar diferencias entre las regiones. A finales de mayo, en teoría, se les dio más autonomía a los gobernantes locales para el proceso de apertura. Sin embargo, en lo que respecta a Cali, a pesar de que se viene trabajando en una apertura gradual y responsable, con asombro han llegado circulares desde el gobierno nacional que entorpecen toda la planeación que se viene adelantando.
Primero, cuando ya se tenía planeado la apertura del centro de la ciudad y los centros comerciales, con una circular se le prohibía a la ciudad hacerlo, aunque luego de gestiones conjuntas se lograron activar finalmente. Segundo, en el momento que se tenían organizado pilotos con los restaurantes, estos no se pudieron adelantar y aun sigue en veremos la reapertura completa de este sector que no está trabajando en toda su capacidad. Por último, luego de que se había hecho piloto con el autocine, ahora sin justificaciones claras, con una circular informan que no se puede desarrollar esta actividad.Todas estas decisiones se toman desde el gobierno nacional, sin tener en cuenta que se había hecho un trabajo previo articulado para garantizar el cumplimiento estricto de los protocolos de bioseguridad, ni tampoco se considera el tiempo e inversiones de las empresas, que ya tienen afectado su flujo de caja, pero aún así han asumido costos para garantizar el cumplimiento de las medidas.
En este momento los mandatarios regionales están en una encrucijada, por un lado, tienen que enfrentar la crisis con pocos recursos y por el otro lado, no está muy claro su campo de acción frente a la reapertura de los sectores. Dadas las cifras de desempleo y cierre de empresas se ejerce una presión inevitable en sus territorios, haciendo que cada día más y más personas salgan a la calle a buscar su sustento, y esto puede incidir en las cifras de contagio.
Con este panorama, es claro que la situación social y económica de gran parte de la población depende de la reapertura responsable y organizada, por lo cual, este proceso no se debe detener drásticamente. En este punto de la pandemia las decisiones se deben de tomar con base a información confiable y los únicos que tienen la información más completa, fruto del monitoreo constante de la situación y del contacto con los diferentes actores, son los alcaldes y gobernadores.
Se debe tener en cuenta los costos asumidos por las empresas formales para cumplir los protocolos de bioseguridad, los sectores que se encuentran preparados con todas las condiciones y medidas necesarias para incorporarse a la actividad productiva, y crear incentivos para que los informales dentro de estos sectores también cumplan los protocolos, dentro de un proceso concertado desde las regiones.
Somos una sociedad llena de diferentes matices como lo dice la historia, incluso a nivel regional, en este momento de crisis los gobernantes locales deben tener mayor margen de maniobra para manejar la crisis, con independencia, pero coordinados con el nivel central.
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