Las brechas entre la oferta y demanda laboral, demuestran que el sistema educativo no está respondiendo a las demandas del sector productivo y no van de la mano del avance científico y tecnológico de una sociedad inmersa en la Cuarta Revolución Industrial, cuya apropiación se ha acelerado en medio de esta crisis. Estas brechas se vienen discutiendo desde hace años desde el punto de vista de la educación, pero no se han abordado de manera integral dentro del marco de una política de impulso al empleo, que es lo que necesitamos en este momento.
La realidad económica es que un empleador contrata trabajadores esperando que el valor agregado que va a generar sea superior al costo de mantenerlo en la nómina, y si esto no se da, intentará buscar otro trabajador que satisfaga sus necesidades. Algunas empresas están incurriendo en costos de búsqueda muy altos y al no poder encontrar capital humano pertinente optan por aceptar la oferta disponible, asumiendo incluso costos de formación adicionales, que generan bajas en su productividad. Este proceso es muy costoso para las empresas y dura hasta que se dan cuenta que no es posible conseguirlo o que es más costoso encontrarlo y formarlo, que reemplazar esas vacantes con tecnología y máquinas.
Este proceso se ha acelerado en el marco de esta pandemia, debido a que por las restricciones en cuanto a distanciamiento, muchas empresas tuvieron que adoptar muchas tecnologías que ya estaban disponibles y que los han hecho más productivos. Es decir que en Colombia la pandemia ha acelerado el proceso de sustitución de empleos, dado que los precios relativos del capital y el trabajo está haciendo que sea más óptimo desde el punto de vista empresarial hacer reconversión tecnológica y automatización que generar nuevos empleos, y esto se debe no solo a los altos costos laborales (donde se enfoca el debate) sino a la baja pertinencia educativa del mercado laboral.
Es por esta razón que propuestas como la disminución de la jornada laboral en un contexto de baja pertinencia y productividad, sumado a alta formalidad puede ser contraproducente.
No es claro que una disminución de la jornada laboral genere más empleo o mejore la calidad de vida de los trabajadores.
Actualmente para unas ocupaciones hay poca oferta por la baja pertinencia educativa y sería más fácil para una empresa extender el horario del trabajador que tiene actualmente, que conseguir otro en el mercado. Al final como resultado de estos no se va a generar más puestos de trabajo ni mejorar la calidad de vida de los trabajadores, pero sí se lograría incrementar el costo laboral del empleo actual vía mayor pago de horas extras y se perjudicaría la recuperación de los empleos. Debería al contrario pensar cómo cerrar estas brechas de capital humano y como aumentar la productividad antes de emprender este tipo de transiciones que han logrado países desarrollados.
Para esto se requieren muchas mejoras en el sistema educativo en todos sus niveles. Uno de las principales retos está en generar mayores oportunidades para acceder a la educación terciaria en su sentido amplio – no solo universidad – dado que muchos estudios muestran que más que universitarios, las empresas están necesitando técnicos en diferentes ocupaciones, que estén formados en “el hacer” y que cuente con un nivel alto de inglés, habilidades blandas y tecnológicas. En muchos países la formación técnica es del mismo nivel que la universitaria, como una alternativa dentro de la educación terciaria, aunque culturalmente muchos quieren mostrarlo como de segunda y como si la única opción respetable fuera la Universidad.
Lamentablemente en Colombia está devaluado y por eso muchos no lo ven como una opción de vida, cuando realmente pueden ser una opción muy buena y con mucho futuro (hay muchos técnicos que ganan más que un profesional) sus métodos incluyen la práctica laboral y la formación dual, que facilitan el tema de experiencia en el mercado laboral. Esta opción puede servir para adquirir capacidades para conseguir un trabajo en un menor tiempo y poder luego entrar a la universidad si lo considera o mejor, continuar en niveles más avanzados de formación técnica, como lo está demandando el mercado, como está contemplado en el Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno, puesto que en otros países hay especializaciones y maestrías técnicas.
Es importante llevar esta forma de educación mucho más allá y tomar el ejemplo muchos países que tienen buenos sistemas de formación técnica y tecnológica que abre diferentes oportunidades y opciones de proyecto de vida, donde incluso, la decisión sobre seguir en el camino académico (Universidad) o el de formación profesional técnica (SENA y otros institutos técnicos privados) se toma desde muy temprana edad, donde también se van forjando los intereses y vocaciones de los individuos.
Está claro que la educación no solo debe ser con visión de formar trabajadores, sino que debe haber espacio para el arte, la cultura, el deporte y muchas otras corrientes, de acuerdo a las preferencias de cada persona. Sin embargo, en el marco de esta individualidad, para que las personas tomen sus propias decisiones de acuerdo a sus preferencias, se necesita que tengan información completa sobre la demanda del mercado y esto hay que empezarlo a hacer desde los colegios.
Si queremos recuperar el empleo perdido debemos reforzar el cierre de brechas de capital humano como un eje central de la política de empleo y aporte a la productividad empresarial, que debe complementarse con facilidades a la contratación formal de trabajadores.
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