El Covid-19 paralizó la economía del país, congestionó la salud y desequilibró el sistema educativo. Provocó cambios en la pedagogía porque ya no sería en escenarios genuinos. Los maestros, inmigrantes digitales, colisionaron con los estudiantes, nativos virtuales, porque el Gobierno los había capacitado en las TIC, pero como servicio de búsqueda de material didáctico.

Faltó promover encuentros de saberes y no se planearon simulacros de contingencia para casos de emergencia de suspensión de la educación presencial. ¿Los conocimientos adquiridos este año de pandemia, serán suficientes para iniciar el próximo año lectivo? Falta evaluar si hubo verdaderos procesos de humanización y si en los tiempos del Covid-19 el enseñar a aprender a sobrevivir fue más importante que los temas del currículo.

Los problemas generados por la pandemia, de manera ineludible afectarán el desarrollo académico del próximo año lectivo. Entonces, ¿reprobar estudiantes? ¿Promoción automática? ¿Actividades de refuerzo para el próximo año? ¿Cambio de calendario escolar? ¿Los colegios cómo acogerán la directriz ministerial de evaluar para avanzar? ¿El Icfes este año cómo posicionará los colegios tras aplicar unas pruebas en un año irregular? Antes de cualquier decisión, los consejos académicos deberán reflexionar: ¿Será justo reprobar estudiantes de manera indiscriminada cuando este año fue perdido para todos: los empresarios, el Gobierno, los administrativos, los docentes, los padres de familia y los estudiantes? La pandemia afectó a los estudiantes, porque recién iniciada el Estado no les dotó satisfactoriamente de conectividad. Reprobarles calificándoles como en tiempos de normalidad significaría damnificarlos más. Si la pandemia no declina los problemas de la educación agudizarán y se volverán inmanejables.

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