A unos pocos días de que comience el mandato de Alejandro Éder como nuevo Alcalde de los caleños, aún no se conoce la totalidad de sus coequiperos en la administración distrital, dado que la composición de su nuevo gabinete, se ha dado a conocer por partes. Sin embargo, de los nombres que se han divulgado, llama mucho la atención el perfil de los mismos, sobre todo porque en los diferentes medios se ha ponderado su carácter “técnico” por sobre el “político”, como si lo primero significase algo bueno y lo segundo algo malo, o por lo menos no tan bueno; así, lo técnico y lo político se han convertido en dos polos de una especie de maniqueísmo para muchos generadores de opinión.
Lo primero es aclarar que lo técnico y lo político no obedecen a conceptos unívocos, si no que, por el contrario, se trata de conceptos polisémicos, es decir, con múltiples significados. Sin embargo, para efectos de lograr convenciones en esta columna, se asumirá que lo técnico suele referirse, o bien a los títulos académicos o a la procedencia del designado en el gabinete, es decir, si viene del sector privado o de alguna universidad, se asume el carácter técnico; por el contrario, si la carrera ha sido desarrollada en el sector público, se es tachado de político.
No hay una fórmula que permita determinar si es mejor un gabinete técnico a uno político, porque el desempeño del funcionario es individual y depende de sus capacidades personales, así, el hecho de que tenga cierto título de alguna universidad prestigiosa, por ejemplo, no garantiza que el funcionario cumplirá eficazmente con el rol asignado; igualmente, por haber desempeñado pluralidad de cargos en el sector público durante su vida profesional, no puede asumirse su incompetencia ni su proclividad a la corrupción.
Así, las capacidades para hacer una tesis doctoral son completamente diferentes a las que se necesitan para asumir una Secretaría, con esto no digo que un Doctor no pueda ser Secretario, sólo que las capacidades para desempeñar el cargo son distintas y van más allá de lo académico. En el mismo sentido, no puede despreciarse la experiencia de alguien que ostenta una trayectoria importante en lo público, sobre todo porque la administración pública tiene unos marcos referenciales muy distintos a los de la empresa, la industria o la universidad. Muchos de los calificados como técnicos, deben comenzar por aprender la lógica que mueve a lo público, incluyendo la articulación con los diferentes órganos de representación democrática como el Concejo, y esa curva de aprendizaje puede ser costosa en términos de eficacia y de ejecución. Además, se olvidan de que muchos, muchísimos, de los que son tildados de “políticos”, también pueden mostrar un alto perfil técnico no sólo por estudios, si no por las capacidades adquiridas en el desarrollo de sus profesiones.
En suma, lo importante no se trata de pensar que lo técnico es mejor por el solo hecho de los títulos o la procedencia, ni tampoco que lo político es lo peor por las mismas razones, se trata de encontrar el equilibrio entre las capacidades personales del gabinete, para que, dejando atrás esa falsa dicotomía entre lo uno o lo otro, puedan desempeñarse como verdaderos servidores públicos que, valga la redundancia, se ponen al servicio de la ciudad.
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