El Papa Francisco

Emocionan y conmueven las declaraciones y actuaciones del Papa Francisco. Tras ocho años del adusto Benedicto XVI, en buena hora llega al Vaticano un personaje sonriente, cercano y sensible. Sin duda, el planeta necesita líderes que se conecten con la humanidad de sus habitantes. Ha calado en todo el mundo su sencillez y don de gentes. Debería ser natural un Papa que saluda, abraza y conversa con la gente. Desafortunadamente, nos sorprende porque estamos rodeados de “líderes” que se creen superiores y a los cuales les cuesta trabajo mezclarse con los ciudadanos. También ha sorprendido el énfasis que hace el Papa sobre la importancia de trabajar por los pobres. En ambos sentidos, el Papa se está conectando con la vida cotidiana del común de los mortales. Sin duda alguna, la invitación a pensar e invertir en los pobres tiene un significado especial para Latinoamérica, continente en el que 167 millones de personas, el 30% de su población, vive en esa condición y en el que 66 millones habita en pobreza extrema. El Papa, más allá de su condición de líder espiritual, es un jefe de Estado con capacidad de influir en las políticas públicas de muchos países. Sin duda, si la lucha contra la pobreza se convierte en su bandera, los programas que buscan erradicarla tomarán un nuevo aire. Lo interesante del Papa Francisco es que en pocos días ha demostrado que se puede predicar con el ejemplo. Si a nuestros dirigentes les cuesta comunicarse con la gente, muchos desconocen el significado de austeridad. No hay que ir muy lejos para comprobar el derroche de nuestros mandatarios que hacen gala de desplazarse en ostentosas caravanas, con decenas de escoltas y rodeados de muchos asesores, algunos incluso incapaces de viajar en clase turista. Bienvenidos los nuevos aires del Papa Francisco.

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