El oportunismo de Gabriel Silva

Escuché de manera detallada las respuestas que a la columna infame del ex ministro Gabriel Silva diera el ex presidente Uribe, tal como me lo contara en un corto mensaje de texto. Lo cierto es que uno no sabe de dónde ha sacado Silva todas y cada una de sus falacias, pues los colombianos seguiremos extrañados sobre el papel oscuro y tortuoso que cumplió en el escaso año que ejerció como ministro de Defensa. Este personaje, sacado del minifundio cafetero y de las mismas burocracias, donde en su momento y por muchos años estuviera el hoy presidente Santos, forma parte de ese pequeño ejército de conversos al santismo, que a diario cumplen tareas específicas con el único objeto de descalificar los éxitos que obtuviera la Seguridad Democrática.

Entre el deber constitucional que le asiste a todo primer mandatario de hacer la paz, hay una diferencia fundamental de forma y de contenido entre lo que se hizo en tiempos de Uribe y lo que se plantea en esta época donde la tenaza del santismo amenaza con anestesiar la memoria de los colombianos. Mientras en los dos mandatos de Uribe se antepuso el triunfo militar y se invitó a los grupos al margen de la ley a renunciar al terrorismo, hoy el mal llamado proceso de paz está conduciendo al país a la renuncia de derrotar al enemigo, haciendo un monumento a la impunidad.

Silva es un extraño ex ministro de Defensa. Siempre le pregunté a mis amigos cuál era la estirpe de un personaje que nunca planteó nada y casi siempre lo escuché titubeante cuando de cumplir las órdenes del Presidente se trataba. Se parece bastante al actual Ministro de Defensa. Son los campeones de los lugares comunes. Están convencidos que las guerras las ganan los burócratas, quienes renuncian a todo con tal de reafirmar sus plataformas y matrices, que no son otra cosa que ejercicios especulativos que los convierten en los agentes ideales para protagonizar celadas y trampas como las que le están intentando colocar al ex presidente Uribe.