Linda Caicedo y James Rodríguez, la dama y el señor del fútbol, desde la cancha nos ofrecen un fresco contra los sinsabores que nos brindan los políticos desde el recinto de las leyes.
Ahora sí entiendo por qué Eduardo Galeano nos entregó su libro “El fútbol a sol y sombra”. Lo justificó diciendo que “quiso hacer con las manos lo que nunca pudo hacer con las piernas”.
Pero no se trata de recopilación alguna de crónicas “canta goles”, sino de 153 fragmentos poéticos sobre: los mundiales, la autocrítica, los héroes del balón, los fanáticos, las jugadas inmortales y, hasta de episodios de guerra entre países pobres, que lastimosamente inicia declarada en la tribuna.
El buen escritor uruguayo se inmortalizó al inmortalizar la historia del fútbol impregnandole música literaria. En cada partido de nuestras selecciones, la femenina o la masculina, cuando comienza el jolgorio por el resultado final, abro su libro y picoteo en voz alta cualquier página.
Mis amigos incrédulos dudan sobre la autoría del escritor que se exiliaba huyendo de los dictadores, propios o ajenos, mientras en las democracias vecinas prohibían sus libros, señalados todos como “fuentes de subversión”.
Si Eduardo Galeano todavía viviera, seguramente en un segundo tomo reservaría páginas de honor para nuestras y nuestros seleccionados, que nos reaniman de la tristeza y la desesperanza.
“Cuando el fútbol dejó de ser cosa de ingleses y de ricos, -afirmó Galeano- en el Rio de La Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos”.
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