Ecos del IV Festival Internacional de Cine

El IV Festival Internacional de Cine de Cali merece nuestro aplauso porque fue exitoso en su convocatoria a los cinéfilos caleños y porque en sus conversatorios con el público los directores y los productores de películas, además de explicar sus propuestas estéticas y temáticas de sus rodajes, tocaron el problema de las salas vacías, como causa principal que amenaza la supervivencia del cine colombiano. \”La cara oculta\” de Andy Baiz, \”La sirga\” de William Vega y \”Chocó\” de Jhonny Andrix Hinestroza, entre otras, fue la carta que tentó al público a degustar o repetir la exquisita cena de cine. La conclusión que quedó en el ambiente: los directores están aprendiendo a hacer buen cine, pero el público apenas se está educando para apreciarlo.

Al no apoyar el cine colombiano somos ingratos con esos quijotes que aportan al patrimonio cultural de la nación y que no declinan el seguir rodando nuevas producciones. En otrora el sentimiento nacionalista sí llenaba las salas congratulándoles y motivándoles, pero ahora las dejamos vacías, propiciando que los distribuidores y los administradores de las carteleras discriminen la exhibición de las películas criollas y, lo más grave, que todavía no se consolide una verdadera industria nacional cinematográfica. De ahí la importancia de los festivales de cine, porque al reunir a cinéfilos y cineastas, se escuchan voces de aliento para que la producción de cine colombiano no quede esperanzado a sobrevivir por el apostolado de los cineastas que buscarían financiar sus proyectos a base de becas ministeriales, de premios en los importantes festivales extranjeros y de la benevolencia de algunos empresarios dispuestos a seguir arriesgando capitales.

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