La situación actual de Colombia me preocupa pero no la veo en la senda que recorrió Venezuela.

Sin duda, Petro cuenta con un apoyo considerable, pero no mayoritario.

Su liderazgo no ha logrado consolidarse como una fuerza integradora para todos los colombianos. Incluso, ha tenido que recurrir a movilizaciones estudiantiles en universidades públicas para amplificar su mensaje.

Petro, a diferencia del carismático Hugo Chávez, no posee el mismo magnetismo, y el ejemplo de su amigo Nicolás Maduro sólo perjudica cualquier posibilidad de continuidad para su proyecto político.

Sin embargo, lo que más nos distancia del destino venezolano es la inexistencia de la reelección en Colombia.

Este es un pilar de nuestra Constitución que debemos defender a capa y espada. La reelección indefinida en Venezuela, instaurada por Chávez, fue el primer síntoma del cáncer político que hizo metástasis en todas las instituciones del país vecino.

En Colombia, la polarización política actual no es un buen terreno para proponer una Asamblea Constituyente.

Cualquier reforma en este clima estaría sesgada por los intereses de una minoría y se vería influenciada por los apoyos políticos del gobierno. No quiero imaginar a entidades como la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGR) actuando para “comprar” apoyos en una constituyente.

Debemos aprender del espejo de Venezuela y evitar cualquier intento de modificar un modelo que conduzca al caos institucional.

La defensa de nuestra Constitución, de la independencia de los poderes y el rechazo a la reelección indefinida son cruciales para mantener la salud de nuestra democracia y evitar el colapso como el de Venezuela.

Es imperativo que, sin importar nuestras filiaciones ideológicas, nos unamos para proteger estos principios fundamentales.

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