La búsqueda de la seguridad es una tarea prioritaria para la sociedad caleña.

A excepción de periodos muy cortos transcurridos entre la década del noventa y el momento actual, la tasa de homicidios ha sido un verdadero dolor de cabeza y por lo tanto todas las estrategias inventadas o copiadas de otras ciudades han fracasado de manera calamitosa.

Por estos días, me preguntaban algunos medios de comunicación sobre las tareas más importantes del nuevo comandante de la Policía Metropolitana y yo les respondía que el más importante es entender que el homicidio, como delito estructural, debe ser enfrentado con estrategias diferentes a las implementadas el siglo pasado, y que de manera perversa todas y cada una de las administraciones las repiten cambiándoles el nombre, retocándolas, pero esencialmente no abandonan la metáfora maniquea, que la violencia puede desaprenderse o puede ser vacunada como si se tratara de cualquier covid-19.

Este 2021 va a ser diferente al año pasado, donde la pandemia encuarentenó a las estructuras del crimen organizado y a pesar de eso los homicidios fueron más de 1000.

Estoy seguro que el Secretario de Seguridad, quien conoce toda esta historia, tendrá mucho cuidado, pues ya enero está mandando un mensaje de advertencia. La racha en homicidios de este mes es la repetición de todos los meses de enero de los que se tiene memoria y más ahora, donde las organizaciones del narcotráfico, están recomponiendo sus focos de poder, ejecutando purgas, cobrando deudas, tomando venganza y adentrándose en una guerra asimétrica que se inicia en Buenaventura, y va a copar todo el corredor del sur y el oriente de la ciudad.

No sobra rematar, recordándole a la ciudad que entre el 2008 y el 2020 Cali a duras penas ha reducido 200 homicidios y la tasa por cada cien mil habitantes aparece por debajo de 50 porque la población caleña ha aumentado considerablemente, por lo que no se debe cantar victoria de manera tan fácil.

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