En muchos de los procesos académicos, una de las primeras preguntas que los participantes, estudiantes y profesores, se hacen es ¿Cómo se va a evaluar el curso, la clase, el taller etc.?, y esto se debe en gran parte a una figura cultural y académica muy fuerte donde la representación expresada en un número toma fuerza inminente.
Hoy en día generalmente a nivel universitario un tres punto cero es nota suficiente para ser promovido de un nivel a otro, o de un semestre al siguiente y entre más alta sea la nota se asume que más ha aprendido el estudiante.
Pero la realidad es que hablar de evaluación no necesariamente es hablar de una nota. La evaluación va más allá de una representación numérica, el fin último de la evaluación es evidenciar el logro por parte de los estudiantes de la adquisición del conocimiento.
La evaluación debe ser el fin de un proceso académico donde lo primero que se piensa es ¿Cómo lograr que el estudiante aprenda? y ¿qué debe hacer el estudiante para aprender?, ya que se sabe que el enseñar bien no garantiza un aprendizaje, ni el enseñar mal tampoco lo impide.
Aunque culturalmente se sigue pensando mucho en la parte numérica por parte tanto de estudiantes como de profesores, la verdadera evaluación debería tomar fuerza en cuanto a que los procesos académicos deben ser diseñados para que
los estudiantes alcancen un nivel de aprendizaje significativo. Y además que la evaluación y promoción a los siguientes niveles de formación se refleje en unos objetivos alcanzados y sustentados.
Corrección ortográfica por: María Esperanza García Ramírez.
esperanza_21@hotmail.com
Comments
Fin de los artículos
No hay más artículos para cargar