Santiago de Cali, aldea de los mayores, hoy, ciudad amada y añorada Santiago de Cali, aldea de los mayores, hoy, ciudad amada y añorada

Cali, julio 2 de 2024. Actualizado: lunes, julio 1, 2024 23:10

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La capital del Valle del Cauca está llena de historia

Santiago de Cali, aldea de los mayores, hoy, ciudad amada y añorada

Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente

El 3 de julio, además de conmemorar que los criollos caleños en 1810 firmaron la primera declaratoria de independencia, también es pertinente que recordemos la historia de la aldea que conocieron los mayores en el pasado inmediato, esa ciudad amada y añorada.

Cuando los niños observan fotos viejas de la ciudad, dudosos admiten que fueran tomadas en lugares que ya desaparecieron.

Los adultos recuerdan la otrora Santiago de Cali, aquella formada por cien barrios, pero que se transformó desde los VI Juegos Panamericanos de 1971; acreditada con títulos de “La Capital Deportiva de América”, “La Tercera Ciudad Importante de Colombia”, “La Sucursal del Cielo” y “La Capital Mundial de la Salsa”, se afamó y en sólo tres décadas atrajo oleadas de inmigrantes que la superpoblaron, extendiéndose sin planeación urbanística.

La ciudad antigua sigue añorada por los mayores, como decía Oscar Collazos, porque “se arraigó en sus corazones igual que el primer amor”.

Páginas indelebles

“Aunque sufrió metamorfosis se quedó aferrada en nuestros recuerdos, -afirmó Collazos-, con su topografía y su arquitectura. En la calle que fue borrada para trazar una avenida inextricable, aventurábamos con juegos de infancia”.

Esa aldea, que conocieron los mayores, la ciudad pequeña, amada y añorada, inspiró a varios caleños que escribieron testimonios en páginas indelebles: “Del Cali que se fue”, Manuel María Buenaventura”; “Tertulias del Cali Viejo”, Centro de Estudios Históricos y Sociales Santiago de Cali; “Caminando LA CIUDAD”, Carlos Alberto Molina y Harold Viáfara (Compiladores); “MEMORIAS PARA PENSAR LA CIUDAD”, Bellas Artes. Facultad de Artes Escénicas. Alberto Ayala (Editor); “LA CALI QUE YO CONOCÍ”, José Ignacio Claros.

Ciudad literaria y monumental

Santiago de Cali tiene el privilegio de ser la ciudad con un pasado histórico (3 de julio de 1810) que motivó otros ánimos independentistas, como la declaratoria del 20 de julio en Santa Fe de Bogotá; el literario que innovó la novelística colombiana y, así mismo, ha contado con espacios emblemáticos, aunque varios fueran demolidos. María (1867), fue la novela romántica del caleño Jorge Isaacs, libro que dio a conocer internacionalmente esta región a empresarios extranjeros.

Destacando sus espacios, tenemos que por más de medio siglo, la avenida Sexta representó la principal franja de convergencia; hoy este papel lo asume el Bulevar del Rio.

La demolición del Hotel Alférez Real, también fue muestra de indolencia hacia la joya arquitectónica donde pernoctaron, en 1943, Pablo Neruda y, en 1963, Jorge Luis Borges; otras demoliciones: la antigua sede del batallón Pichincha y las oficinas del Correo Avianca, frente al CAM.

Cabe anotar, que varios concejales en periodos de los años setenta, se pronunciaron para evitar que La Ermita fuese víctima de los depredadores patrimoniales, salvando así la única pieza emblemática de arquitectura gótica.

Restauraciones y curadurías

Por fortuna, los legatarios del edificio Aristi, lo convirtieron en centro comercial en homenaje que fue el sitio donde nació el turismo de nuestra ciudad.

Algo similar ocurrió con el Teatro San Fernando, cuyo nuevo propietario reabre las puertas del punto de encuentro de los jóvenes amantes del buen cine. El arte monumental de la ciudad ha corrido con mejor suerte que el arquitectónico, cada vez más, ubican personajes: Jovita (en el parque de los estudiantes, junto a Santa Librada), “Piper” Pimienta Díaz (en el parque del Obrero) y Los gatos del Rio (junto al de Tejadita). Actualmente el monumento de “La solidaridad”, en la glorieta de la tercera con 34, está sometido a curaduría. El monumento histórico de la protesta en “Puerto Resistencia”, fue protegido luego de la polémica en razón que el puño combativo fue erigido durante el estallido social por artistas simpatizantes con la primera línea.

San Fernando y la avenida Sexta

En el Teatro San Fernando, los sábados al medio día se daban cita jóvenes cinéfilos de la época que acogían la convocatoria de Andrés Caicedo, autor de “Qué viva la música”.

Era su Cine-club, donde las filas terminaban en la esquina de la calle Quinta y en la taquilla recibían una guía con la reseña del filme. Era un espacio alternativo para los amantes del buen cine: Andrés Caicedo, Ramiro Arbeláez y Luis Ospina, seleccionaban cintas francesas, italianas, españolas, suecas, de directores famosos, como Godard, Truffaut, Bergman, Polansky y Buñuel.

La avenida Sexta durante muchos años fue quizá el punto de encuentro más emblemático, era la zona rosa por donde caminaban de la mano los enamorados, mirando curiosos a los hippies que ofrecían cachivaches y a los extranjeros atraídos por la fama citadina de “Sucursal del cielo”.

Lugares comunes

Cuando la ciudad todavía no estaba asfixiada por edificios sobre los cerros tutelares, caminar por la avenida Sexta era algo muy agradable y seguro, se respiraba la brisa proveniente de los Farallones.

Era lugar común desde el parque La María hasta los talleres del ferrocarril, donde un aviso sobre el puente de la línea férrea anunciaba: “Bienvenidos a Cali, Chipichape y Yumbo”.

Los lugares comunes eran utilizados con disciplina popular: el parque La María, inspiraba a los enamorados; la avenida Sexta era zona rosa; las plazas de San Nicolás y el Obrero, eran sitios emblemáticos para las protestas obreras; los lugares aledaños a la antigua sede de la Universidad del Valle, en San Fernando, y el “Parque de los Estudiantes”, junto al Colegio de Santa Librada, eran los lugares emblemáticos de la protesta estudiantil. Ahora, junto a Jovita, convocan los encuentros de soneros y coleccionistas. Al Parque de Cayzedo los candidatos a la presidencia convocaban a sus copartidarios.

VI Juegos Panamericanos

Con los VI Juegos Panamericanos de 1971, la urbe que a mediados del siglo XIX inspiró a Jorge Isaacs, un siglo más tarde sería la ciudad hospitalaria.

Cali, con esa gesta deportiva, creció hasta convertirse en una metrópoli con más de un millón de habitantes. Los panamericanos, además de faro del progreso, cumplieron con una función pacificadora cuando en las vísperas de su inauguración contribuyeron a apagar la llama estudiantil del 26 de febrero de 1971.

Desde enero la ciudad era epicentro de la protesta estudiantil. Llegaron a Cali delegaciones de todas partes del país al Congreso Nacional de la Federación Universitaria que clausuró antes del certamen internacional.

Cali después creció hacia la periferia, cuando los desplazados por la violencia poblaron las fincas, los mangones y las laderas, configurando el Distrito de Aguablanca, con población afrodescendiente y de otras etnias que llegaron de distintas regiones.

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