Barrio Obrero

Hernando Giraldo

La pandemia ha modificado el orden social, cultural, económico, todo lo ha cambiado el coronavirus. El barrio Obrero no es la excepción, fui testigo del entorno de barriada, viví exactamente donde hoy está la iglesia, tenía un triciclo que montaba todas las noches, diagonal a mi casa había un barcito, y los sábados colocaban un disco del maestro Bienvenido Granda, “Como mango”, con la Sonora Matancera, y que más o menos decía: “Parado en la esquina con la boca abierta, como mango, como mango”, me acuerdo del Cuarteto Flores con su interpretación de “Recordar es vivir”. Dicho conglomerado creció paralelamente al crecimiento económico de la ciudad.

Allí la música antillana se volvió mágica, bailaderos en casas de familias, para algunos las famosas “Aguaelulos” para otros los famosos bailes de cuota. Con el tiempo y fundamentalmente, cuando vinieron a la feria de Cali Richi Rey y Bobby Cruz, los muchachos de antes vivíamos la cultura del baile y de la música con expresión social con toda su intensidad, había decenas de bares para escuchar la melodía y, desde luego, el barrio Obrero tenía excelente gastronomía; quién no recuerda el restaurante “El Fogón Gaucho”, donde servían unos espaguetis con pollo; “El despiste”, con su extraordinaria chuleta, era casi un ritual después de una bailada en “El séptimo cielo” caer al cenadero “El despiste” a tomarse un buen vaso con leche con maduro y la tradicional chuleta valluna.

Hoy hasta el comienzo de la pandemia en el barrio de los trabajadores teníamos la presencia activa de otros sitios emblemáticos para escuchar tangos, milongas y la música cubana, otro aspecto que nos cambió precisamente el coronavirus, esta enfermedad redujo los espacios y nos ha privado del deleite de escuchar buena música.

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