Cali, abril 22 de 2025. Actualizado: martes, abril 22, 2025 09:48
Por: Rafael Araújo Gámez
NELL LEYSHON
SEXTO PISO
170 PÁGINAS
Hay novelas que te dejan pensando sobre su trama por algún tiempo y hay otras que también se quedan pero producen otro tipo de sentimientos y otras consideraciones más íntimas que se cuelan en los entresijos de tu corazón. Esta es una de ellas.
Mary, una niña quinceañera que vive en una granja rural de 1830, tiene el pelo del color de la leche y nació con un defecto físico en la pierna, pero logra escapar momentáneamente de su condena familiar cuando es enviada a trabajar como criada para cuidar a la mujer del vicario, que está enferma.
De ahí en adelante su vida cambia ya que tiene la oportunidad de aprender a leer y escribir con la Biblia, lo que le abre las puertas de su imaginación y la proyecta a contarnos su historia que es la que el libro nos presenta.
Pero la verdadera autora es una escritora inglesa que, básicamente, es dramaturga. Sus obras se han representado con mucho éxito en el legendario teatro de Shakespeare, The Globe y la mayoría de ellas en la Compañía Real de Shakespeare, en Londres.
Ese oficio le dio la posibilidad de escribir esta novela plena de sensaciones y motivos que durante el recorrido de la lectura subyacen en una atmósfera cándida y rural pero que, al final del libro, afloran en toda su magnitud convirtiendo la historia en un documento estremecedor.
Tan sólo lean este pensamiento que Mary dice sin ambages y de una sola sentada: “…a veces tener memoria es una buena cosa, porque ahí está la historia de tu vida y sin ella no habría nada, pero otras veces tu memoria guarda cosas que preferirías no volver a saber nunca y, por mucho que intentes quitártelas de la cabeza, siempre vuelven”.
¿Por qué expresa esas palabras? ¿Por qué se lamenta de las imágenes que su memoria todavía guarda? ¿Qué ha sucedido para que esta inocente campesina se lamente de las visiones que le atormentan?
Todo queda expuesto al final del libro, en un desenlace inesperado que convierten a Mary en un ser apasionante, por las actitudes que toma y en un personaje muy difícil de olvidar al cerrar la novela.
La escritora se da sus lujos al sortear con éxito las metáforas que utiliza para hacer el personaje más auténtico: “El aire estaba tan frío que veía cada respiración cuando salía de mi boca”; “Él hacía un ruido como el que hacen los terneros cuando buscan el pezón”; “Tenía tanto frío que mis dientes hablaban consigo mismo”; “Mi lengua es rápida como la lengua del gato cuando se bebe a lametones la leche en el cubo”.
Pero, además, la historia amalgama unos personajes que nos hacen sentir ese supuesto ambiente bucólico que se podía respirar en una granja inglesa en el siglo diecinueve, pero en el fondo, la efervescencia de los sentimientos y las pasiones se revolvían dentro de una caldera a punto de estallar.
Todo esto y mucho más van a encontrar ustedes en esta pequeña novela, que entrega calidad literaria y placer estético en cada uno de sus párrafos.
Fin de los artículos
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