Cali, abril 22 de 2025. Actualizado: martes, abril 22, 2025 00:14
Nuestras emociones, decisiones y hasta debilidades hoy están compiladas en bases algorítmicas que maneja la llamada inteligencia artificial (IA).
Así, cualquier comentario, fotografía o compra que utilicemos en la red, son procesados por computadores que tienen la capacidad de ver, comprender, traducir nuestro lenguaje e incluso aconsejarnos. ¿Cómo nos vigilan y para qué?
La IA se mejora de manera constante para desafiar la idea que la mayoría de las personas tiene interiorizada, en cuanto a mantener un grado de privacidad. Con solo dirigir el mouse hacia un ícono en internet o detener el pulgar sobre el teléfono móvil para ver un video, se abre la puerta para que seamos monitoreados y evaluados.
Este “gran ojo” también nos observa en la mayoría de actividades que realizamos en el hogar, el trabajo o en lugares públicos. ¿Por qué importa tanto lo que hacemos, queremos y pensamos?
Los mayores potenciales de este sistema responden a estudios para el comercio y la política. Los datos de las personas, bien administrados, son transformados en mayor ganancia de clientes, dinero, seguidores de personajes o adeptos políticos.
El profesor Alberto Delgado de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Ph. D. en Cibernética de la Universidad de Reading (Inglaterra), señala que la mercantilización de datos personales tiene cuatro niveles o usos dentro del capital de vigilancia.
El primero consiste en que, por ejemplo, el Estado colombiano podría utilizar los datos de los ciudadanos para adelantar investigaciones judiciales, permitiéndole perfilar, rastrear y seguir la pista a usuarios de redes sociales que se muestran sospechosos. Así mismo, la Corte Constitucional sistematiza, analiza y estructura las tutelas interpuestas para revisión a través de Pretoria, un sistema de información digital propio de la Alta Corte.
Estos son dos ejemplos del correcto y ético uso de la IA y del servicio que le puede prestar a la gente. En otros casos se utiliza en medicina o en la gestión de riesgos ambientales.
El segundo nivel de vigilancia tiene que ver con las compañías privadas que operan en todo el mundo, como Google, Facebook, Instagram y YouTube, entre otras. Todas estas aplicaciones constantemente están recopilando información para perfilar consumidores.
“El interés de las personas en consumir está siendo analizado por las transacciones y movimientos en las redes sociales, a través de robustos algoritmos que, junto con la IA, conforman un superconjunto de tecnologías que engloba el aprendizaje de máquina o machine learning”, señala el académico.
Los contactos (amigos y seguidores) en las redes sociales y plataformas de mensajes como WhatsApp forman parte del tercer nivel del capital de recopilación de información, en el que las mismas personas se monitorean entre sí y toman nota de lo que se publica y comenta.
Y por último, en el cuarto nivel, se encuentran las cámaras y los micrófonos. Con estas herramientas se puede grabar información delicada en cualquier momento, lo que hace que todos seamos susceptibles a que se nos viole el derecho a la privacidad.
Para hacer útil este conocimiento a las personas, la UNAL brinda un curso desde 2020 en diferentes maestrías llamado “Humanos y máquinas inteligentes”, que consiste en analizar aplicaciones de la IA y robótica desde las normas éticas reconocidas y reflexionar sobre los aspectos sociopolíticos y filosóficos en este campo.
Colombia tiene un Marco Ético para la Inteligencia Artificial, con el que se dan recomendaciones y se ponen ciertos límites de lo que se puede hacer con los desarrollos de estas tecnologías y así no vulnerar el derecho a la privacidad.
Según el documento publicado por el Estado en octubre de 2021 y en lo que compete a la infancia, “aunque el principio establece que los datos no se deben utilizar para causar daño, los datos también pueden tener impactos positivos”.
“Es necesario educar a los niños, padres, profesores y cuidadores sobre los propósitos, los potenciales beneficios de la IA y sus procesos de desarrollo. Debe haber una mayor claridad sobre cómo garantizar la aplicación del principio y quién es responsable de su aplicación”, señala el documento.
En cuanto a los algoritmos informáticos –conjunto de instrucciones para concluir información– reza que: “en la ética de los algoritmos permiten y facilitan la toma de decisiones”.
No todo es malo en cuanto a la IA, de hecho, el curso “Humanos y máquinas inteligentes” también pretende que durante el desarrollo de la asignatura los estudiantes “comprendan las posibilidades y limitaciones de estas tecnologías, así como el papel de los humanos en un mundo donde la inteligencia artificial es persuasiva”.
Para el profesor Delgado, la IA se está repartiendo en todos los oficios y profesiones, y la ética está para poner ciertos límites con sus desarrollos, pero, como indica, el documento incluye sugerencias sobre cómo usar la herramienta. En ese sentido los seres humanos tienen la gran responsabilidad de hacer un buen uso de estas tecnologías.
Agencia de Noticias de la UNAL
Foto: Pixabay
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