Si bien un mes es poco para evaluar un gobierno, en los 30 primeros días se dan claras señales que muestran cómo será el resto del periodo, y en el caso del presidente Gustavo Petro hay una propensión muy alta al discurso y muy baja a la concreción de las ideas.

En lo visto hasta ahora, el nuevo gobierno parece enredado en discusiones filosóficas que no permiten tener claridad sobre su rumbo, como, por ejemplo, la política minero energética, esbozada por la ministra Irene Vélez, es un galimatías de ideas que asustan pero que no están concatenadas, pues la funcionaria se ha limitado a anunciar restricciones a la minería y los hidrocarburos sin aclarar cómo se reemplazarán los ingresos y los usos que se derivan de éstos.

Y ni qué decir de la política de justicia, en la que se plantea que el castigo para los ladrones de celulares sea pagar el servicio del dispositivo hurtado, o la política antidrogas, que partió de la decisión de suspender la erradicación forzada de cultivos ilícitos.

Tal vez la más filosófica de las políticas planteadas hasta el momento por el nuevo gobierno es la de “seguridad humana”, que parte de idealismos que rayan en la ingenuidad, pues plantea la resolución de serios y urgentes problemas de violencia y orden público a partir del diálogo con y entre grupos criminales, y envía mensajes de debilidad y repliegue a la fuerza pública.

Al nuevo gobierno le ha faltado decir con precisión qué va a hacer y cómo lo va a hacer. Por eso, con ánimo constructivo, es importante hacer un llamado a la definición y a la concreción, para evitar que el cuatrienio se vaya en divagaciones sobre el deber ser, porque los problemas del país no dan espera y no se resuelven con discursos, sino con acciones.

Foto: Presidencia de la República

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