Cali, marzo 15 de 2025. Actualizado: sábado, marzo 15, 2025 08:50
Si el nuevo Papa no pone el catolicismo a tono con el mundo actual, la renuncia de Benedicto XVI habrá sido en vano.
No es fácil la decisión que deben tomar los 115 cardenales que participarán en el cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI. Del purpurado que sea escogido para ocupar el trono de San Pedro depende el futuro inmediato de la Iglesia Católica.
El primer reto es elegir a un Papa que una a la curia romana, pues, aunque el Vaticano no lo haya admitido, y aunque Josep Ratzinger no lo dijo directamente, los discursos de los últimos días de su pontificado dejaron claro que su salida fue motivada, más que por su avanzada edad, por pujas internas y conductas non sanctas de sus miembros, que deben superarse antes de que terminen por alejar a más fieles del catolicismo.
El segundo gran reto que tendrá el nuevo Papa es el de abrir la Iglesia y acoplarla a la realidad, pues la religión católica mantiene posturas incomprensibles e injustificables en pleno siglo XXI, como las fijadas frente al uso de preservativos y la planificación. En un mundo amenazado por las enfermedades de transmisión sexual y la sobrepoblación, la oposición del catolicismo a la utilización del condón y al control de la natalidad equivale a la promoción del subdesarrollo. Si el discurso cambia, y contrario a satanizar el sexo, se promueve la sexualidad responsable, ahí sí se podría hacer un gran aporte a la humanidad.
Si la Iglesia no se autoevalúa, reconoce sus errores y cambia, de nada servirá que Benedicto XVI haya renunciado. Sería lamentable que el catolicismo no aprovechara esta oportunidad y continuara su rumbo actual, pues en un mundo cada vez más frívolo e indolente se requieren liderazgos positivos que refuercen los valores sociales y los buenos hábitos, y eso lo puede hacer la religión católica, pero sólo si reconoce y promueve el respeto a la diferencia como condición primordial para la convivencia pacífica.
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