En el oriente de Cali hay jóvenes que se levantan antes del amanecer para cruzar la ciudad y llegar a una clase universitaria.
Otros simplemente no llegan. No porque no quieran estudiar, sino porque el camino es largo, costoso y desigual.
Por eso, la Universidad del Oriente no es solo un proyecto educativo: es una oportunidad para romper las barreras que han separado por décadas a miles de jóvenes del derecho a soñar con un futuro distinto.
Este proyecto representa un paso importante para la ciudad, pero su verdadero valor no está solo en el edificio o en el campus que se construya, sino en la visión que lo acompañe.
Cali no necesita una universidad más: necesita una universidad más cercana, más pertinente y más justa. Una universidad que llegue donde la ciudad realmente vive.
La educación no se democratiza con infraestructura, sino con presencia, pertinencia y oportunidades reales.
Llevar la universidad al territorio es el primer paso. Aprovechar los megacolegios del oriente y de las comunas vecinas como nodos educativos puede ser una solución inmediata para acercar la educación superior a los barrios, reducir los costos de transporte y facilitar el acceso a quienes hoy sienten que estudiar es un privilegio lejano.
La educación pública debe estar donde está la gente, no donde siempre ha estado el poder.
Pero no basta con estar cerca: hay que formar para la vida y para el trabajo.
La Universidad del Oriente debe construir su oferta académica junto con los sectores productivos de Cali y del Valle, en áreas que realmente generen empleo y desarrollo: tecnología, logística, salud, manufactura, economía creativa, energías limpias, deporte, servicios empresariales y gastronomía.
No se trata de abrir facultades para llenar aulas, sino de crear programas que conecten la educación con la empleabilidad, con las vocaciones del territorio y con las necesidades de la economía regional.
Además, debemos pensar en quienes trabajan y estudian. Cali necesita una universidad flexible, con horarios nocturnos, fines de semana o programas virtuales.
Una universidad que entienda que muchos caleños solo podrán transformar su vida si el sistema educativo se adapta a su realidad.
Porque la educación no debe exigir renunciar al sustento: debe ayudar a fortalecerlo.
Este proyecto, bien concebido, puede ser una herramienta poderosa de movilidad social.
Una universidad que acorte distancias físicas y sociales no solo forma profesionales: forma ciudadanía, esperanza y equidad.
Pero para lograrlo, se necesita visión, gobernanza y continuidad más allá de los ciclos políticos.
La Universidad del Oriente debe ser una política de ciudad, no una promesa de gobierno.
Si logramos construirla como un sistema distribuido, con pertinencia, flexibilidad y equidad, será más que un campus: será la puerta abierta a miles de vidas nuevas.
Porque Cali no necesita más discursos sobre inclusión.
Necesita decisiones que la hagan realidad.
Y la educación pública, cuando llega al territorio, es la más poderosa de todas.
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