Hace poco el presidente del Colegio de Abogados Penalistas de Colombia, Francisco Bernate, escribió un maravilloso artículo en donde palabras más, palabras menos, se refería al daño que le ha causado el exceso de “bibliografía”, en especial, a la academia y dogmática colombiana.
Como para muchas plazas laborales en el sector público se requiere un puntaje para acceder a ellas y los libros son parte de esa calificación, entonces encontramos obras de 400 páginas de las cuales 399 son citas de jurisprudencia o “libros” de 50 páginas sin ningún contenido investigativo propio o aporte al estado del arte.
Igual sucede con el puntaje de estudios de posgrado, por eso me aterró de ver “ocho especialistas” que en realidad de tanto que estudian nada saben realmente.
La elección de jueces, magistrados, procuradores, fiscales debe hacerse por oposición, por examen de conocimientos como en otros países y que ocupen esos cargos los que más saben, no los que más aparentan saber o los que más estudian. Conocer y estudiar no es lo mismo. Hasta la carrera profesional debe sumar como conocimiento.
A parte de la forma de ser elegidos también se requiere volver a la presidencia de la Corte por periodos largos y no lo que es ahora que son pantallazos anuales para poner en la hoja de vida.
Por último, quienes trabajan duro, hombro a hombro, con los funcionarios titulares de la magistratura son sus equipos conformados por múltiples y capaces abogados, pero qué daño le ha hecho al país llamarlos magistrados auxiliares por eso ahora uno ve un cartel que ofrece un posgrado o un libro y aparece “magistrado tal” cuando en realidad magistrados sólo son los que ocupan la plaza, en el número que le corresponde a cada Corte y a cada sala, los demás son auxiliares de magistrado.
Repito, este pequeño detalle ha causado también bastante revuelo y no siempre positivo en nuestro sistema judicial.
En fin ojalá algún día las reformas a la justicia sean sobre temas que realmente importen, como la forma de elección y la manera de calificar a los jueces, magistrados, procuradores, fiscales, el nombre realmente es una idea suelta que quería exteriorizar, nada más.
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