Como padre y ciudadano, me duele profundamente tener que referirme a un hecho tan desgarrador como el que acabó con la vida de Sofía Delgado, una niña de tan solo 12 años que fue brutalmente asesinada en circunstancias inaceptables.
El dolor de su familia, de sus amigos y de toda la comunidad no puede ser comprendido por quienes no han pasado por la pérdida de un hijo de manera tan cruel e injusta.
Es un dolor que trasciende lo imaginable y que deja una marca imborrable en el corazón de toda una sociedad.
Este crimen nos enfrenta una vez más con la urgencia de tomar medidas severas y efectivas contra quienes cometen actos atroces sobre menores.
No podemos seguir permitiendo que este tipo de monstruosidad quede sin la más dura sanción.
Es hora de considerar seriamente la aplicación de la cadena perpetua para los asesinos de niños, como lo ha señalado recientemente la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, al pedir la reapertura del debate sobre establecer la cadena perpetua para los monstruos que asesinan niños.
Nuestros hijos, nuestro futuro, nuestra esperanza, no se tocan, son sagrados.
No podemos tolerar que quienes atentan contra su vida tengan la posibilidad de salir libres algún día.
No se trata de venganza, sino de justicia; de enviar un mensaje claro de que nuestra sociedad no permitirá que estos crímenes queden impunes.
La muerte de Sofía, así como la de todos los niños y niñas que han caído en manos de individuos sin escrúpulos, no puede quedar en vano.
Es necesario abrir un debate amplio y sincero sobre la cadena perpetua para asesinos de menores.
No podemos seguir viendo estos casos en las noticias sin que se produzca un cambio real en la forma en que el sistema judicial responde.
Si bien el tema ha generado controversia en el pasado, es el momento de escuchar a las víctimas y a sus familias, quienes han quedado con vidas destruidas y con un dolor irreparable.
La voz de la sociedad también clama por acciones contundentes para proteger a nuestros niños.
Sofía debería estar disfrutando su adolescencia, haciendo planes para el futuro y creciendo con la protección que le corresponde a cualquier niño en nuestro país.
Lamentablemente, alguien decidió arrancarle la vida y sumergir a su familia en una tristeza infinita.
A los padres de Sofía les expreso mi más sincero pésame y me solidarizo con su dolor.
Nadie merece pasar por una pérdida tan devastadora, y mucho menos cuando se trata de un ser inocente e indefenso.
La muerte de Sofía no puede ser un caso más en las estadísticas, debe ser la chispa que encienda el cambio necesario para garantizar que los asesinos de menores no tengan ni la más mínima posibilidad de regresar a la sociedad.
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