Umberto-Valverde

Carlos Puente, el amigo Caimán

Salvo muy pocos amigos, que duran toda la vida, hay amistades intensas que se remiten a algunos años de nuestras vidas y debemos de rescatarlas así. Debí conocer a Carlos Puente a través de Ar-mando Holguín. A dife-rencia de Armando, Carlos era de la rumba salsera, como yo. Nos unía esa ebriedad y la pasión americana. Carlos era una chispa andante, siempre vivía con una frase pícara, haciendo chistes a costa de sus amigos y contertulios. Ese proceso frenético alcanzó su má-ximo esplendor en Los Compadres, donde los excesos eran parte de una generación que alcanzó a conocer que le había ganado a la vida.

Carlos era un camaján en su comportamiento, por eso quizás Miguel Yusty acertó en ese apodo para llamarlo Charanga Puente. En su primera crisis que superó, Armando Holguín, quien también anda enfermo, me dio su celular y lo llamé. Estaba en el baño y me respondió: \”No jodas, llámame más tarde\”. No lo volví a llamar. Supe de su segunda crisis por Mao en su programa. Creímos que era cosa de unas horas pero aguantó hasta morir el mismo día que se celebraba el fallecimiento de Celia Cruz. Así era de rumbero.

Carlos fue feliz siendo presidente del América, aunque esto le costó incluirlo en la lista Clinton. La última vez que lo vi bailando fue en El Habanero, de nuestro entrañable Manolo Vergara. Se fue Carlos Puente pero seguramente convencido que nadie le quita todo lo bailado, la noche inalcanzable para conocer nuestras propias debilidades y también nuestras mayores alegrías. Nada es demasiado, la vida es demasiado corta para tanta locura.

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